Sabemos que para Dios no hay nada imposible; lo sabemos por la revelación y por la fe. Además, Él es el Señor de la Vida, el que da la Vida. Así nos lo muestran las lecturas de hoy. Nos presentan dos mujeres estériles que quedan embarazadas. Dos mujeres que creyentes que confían en Dios. Dos familias que se creen en desgracia por no poder tener descendencia, imposibilitados para colaborar en dar vida, sin fruto. Dios les da un hijo, realiza un signo importante en sus vidas, siempre conforme a su plan y no solo para su gozo y alegría que les devuelve la esperanza. Sino, también para la alegría y esperanza de la humanidad, del mundo.

Son las madres de Sansón, que salvará a Israel de los filisteos, y de Juan que convertirá a muchos israelitas al Señor para preparar al Salvador un pueblo bien dispuesto. Los dos tienen una misión muy importante y necesaria para la historia de la salvación y por ello, estarán consagrados a Dios desde el seno materno.

Dios actúa en nuestras vidas, y siempre, desde un proyecto de amor que es un misterio a desvelar por nosotros y es para nuestra salvación. Dios hace bien y bien para todos. El no se equivoca y siempre nos lo demuestra. Pero nuestra fe no es plena y, a veces, fallamos, necesitando siempre de la gracia y de aprender con humildad. Ante la aparición de un ángel del Señor en un lugar santo, Zacarías todavía duda y cuestiona la veracidad de su mensaje, del poder de Dios. Una vez más, Dios tiene que dar una lección, aprovechando misteriosamente esta incredulidad como oportunidad para enseñar y transformarla en un bien para todos, a través de un signo: deja mudo a Zacarías (debemos usar nuestras palabras para alabanza y agradecimiento al Señor) y la gente que esperaba comprendió que había tenido una visión.

Signos importantes preceden a hechos importantes de la intervención divina. Estemos atentos a los signos del Señor en el mundo y en nuestra vida. Quizás encuentres alguno más importante de lo que crees o el que estabas esperando.