IMG_1309-0.JPGYo ya ejercía ese oficio de amar a mi familia desde que me peleaba con mi hermana, y también cuando nos reíamos a mandíbula batiente por naderías. Es más, teníamos unos vecinos mayores que presumían de nuestras paredes porque de allí, decían, llegaban siempre risas. En nuestra casa se rezaba mucho y con naturalidad, mi madre nos hablaba del Señor con la familiaridad de saber que Él estaba también con nosotros. No verle no suponía obstáculo alguno, la fe movía las montañas de los cinco sentidos. Oíamos a los payasos de la tele cantar aquello de «no hay nada más hermoso que la familia unida, unida por los lazos del amor, se siente palpitar la misma sangre…», y veías que era verdad. El Misterio del Belén era parte de nuestro hogar. Ponerlo en el «comedorcillo» en la previa de Navidad, era la representación en barro de su presencia cotidiana. La familia de Nuestro Señor ponía conversación a nuestra vida y se dejaba ver de vez en cuando.

En una entrevista reciente a Angelina Jolie con motivo de su reciente película como directora, a la pregunta de «¿dónde y haciendo qué es más feliz Angelina Jolie?», ella responde, «dónde da igual, mientras esté con mis hijos y con Brad. A veces, al final del día o de la semana, nos metemos todos juntos en la cama. Hablamos, vemos películas, se trata de estar cerca. Brad y yo siempre decimos ‘nuestros hijos son la gente más divertida que conocemos’. Son nuestros mejores amigos. Por eso, estar en pijama, hablando con ellos lo es todo, lo mejor». Cuando tuiteé esta frase, me llegaron muchas respuestas de gente que había tenido exactamente esa experiencia de compartir cama con todos los miembros de la casa allí metidos, desinhibidos, sin orden ni concierto de prioridades o programas, nada más que el cariño y su rienda suelta. Eso es la familia.

Ahora no hay mas que manuales y cursos para mantener a la familia unida a base de técnicas. Se dice que la cena es prioritaria y que habría que mantener la exigencia de la presencia de todos, porque a la mesa se revelan los valores y la personalidad de cada uno. Se dice que habría que quitar alguno de los cinco televisores de casa. Ahora hay que servirse de estrategias para que lo normal vuelva a aflorar, y eso es un síntoma de crisis.

Es verdad que en nuestros días el hogar se ha vuelto más silencioso por la presencia de cachivaches que virtualizan la comunicación y la mantienen a otro nivel de realidad, y la realidad de la buena se va quedando marginada. El ocio informatizado, los deberes informatizados, los diálogos indirectos de whats up… Pulsar el inicio de una conversación y mantenerla, se ha convertido en uno de los nuevos trabajos de Hércules, porque empezamos a ser una generación monosilábica.

Todos buscamos inconscientemente la atmósfera en la que se movía la Sagrada Familia, y necesitamos respirarla. Por los pasillos de la casa de Nazaret se movía el mismo Cristo, aquel de quien se dijo que en Él habitaba corporalmente la plenitud de la revelación, y no era más que un Chaval en desarrollo. El misterio de la presencia de Dios en el bullicio de la educación, en las diferentes fases del crecimiento, en el cruce de las conversaciones, en la llegada de las nuevas amistades, en las cenas y los compromisos, todo tiene que ser para nosotros motivo de oración perenne.