Jonás 3, 1-5. 10

Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9

san Pablo a los Corintios  7,  29-31

san Marcos 1, 14-20

“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Hay dos formas de llamarse “pescador”: la del ocioso y la del profesional. El ocioso pesca por “hobby”. Cuando no tiene nada más importante que hacer, y si logra vencer a la pereza, se levanta de la butaca, recoge sus útiles de pesca, y se acerca a un embalse. Allí pasa la tarde entretenido, leyendo la prensa mientras la caña hace el resto… Apenas se juega nada; si acaso, el orgullo de volver a casa con un buen número de peces. El profesional, sin embargo, debe su vida a la pesca. Si no pesca, se muere, y por eso madruga cada mañana. Cuando las redes vienen vacías, siente angustia… Se lo está jugando todo.

De las peores cosas que han podido sucedernos con nuestro apostolado es el haber hecho, de la necesidad, virtud. Hemos convertido la evangelización en un acto virtuoso, cuando el apostolado es una urgencia del alma, que se abrasa si no transmite a los demás el gozo por lo que le he sucedido al encontrarse con Cristo… Claro que son muchos los cristianos a quienes no les ha sucedido absolutamente nada. Éste es nuestro segundo pecado: el haber convertido la piedad en un “pasatiempo para burgueses”.

Cuando no hay otra cosa que hacer, cuando sobra tiempo, es cuando el burgués se entrega a la oración con la misma pasión con que podría entregarse al yoga o a resolver solitarios con los naipes. Es más fácil ir a Misa el domingo porque no hay trabajo, pero no a todos se les ocurre que el domingo no se debe trabajar porque la Misa lo llena todo.

El orden de factores, en este caso, sí altera el producto. En cuanto al apostolado…

Sinceramente, si al final Dios levanta la mano y nos salva a todos… Entonces, que pesque otro. A mí el negocio me está saliendo demasiado caro. Al fin y al cabo, la vida es muy breve. Que esperen un poquito, y, si no han gozado de Dios en la Tierra, ya tendrán toda la eternidad para gozarlo en el Cielo. Pero si las almas se condenan, si el rechazo consciente de Cristo y de los sacramentos es el camino más recto hacia el Infierno… Entonces el apostolado no es un “hobby”, sino una cuestión de vida o muerte, y quien escatime esfuerzos a la hora de buscar una sola alma para Cristo es un despiadado y un cobarde. Si existe la posibilidad de que las almas se condenen, deberíamos vivir con una santa angustia -aquélla con la que Cristo vivió y murió- hasta que todos los hombres -¡Todos, sin excepción!- hayan sido ganados para el Cielo, y deberíamos dejarnos la vida en lágrimas por cada uno de quienes viven lejos de Dios.

hay que despertar una urgencia que lleva dormida muchos años, y desasosegar las conciencias sosegadas, porque hay mucho trabajo y las almas no pueden esperar.

Cuando la Virgen, en Fátima, inquieta a unos niños diciéndoles: “muchos se condenan, porque no tienen quién rece por ellos”, ¿no se está mostrando angustiada? Y, si es así…

¿Qué hacemos nosotros tan tranquilos?