A Jesús no se le escapa detalle y está en todo, porque nos ama e intercede por nosotros. En la oración al Padre del evangelio de hoy, Jesús ruega por todos nosotros y pide por lo que verdaderamente necesitamos. Necesitamos estar unidos con Él y entre nosotros. Por ello, su unión con el Padre la hace extensible a todos los creyentes y el punto esencial de referencia es la “glorificación” ¿Te has parado alguna vez a pensar o meditar sobre ello?

La “gloria” es lo más divino de Dios en su actividad salvadora. Participar en ello, vivir esta atmósfera, aceptar su manifestación concreta en Jesús, significa participar en Dios mismo. Y esto lo pide Jesús para sí mismo y para los suyos. Ha llegado su “hora”, como nos llegará a todos ¿Qué hora? La misma que le llega a San Pablo en la primera lectura de hoy: la de completar su “carrera”, la de cumplir hasta el final el encargo que le dio el Padre Dios. El Señor nos da una misión para cumplir en nuestra vida. Realizar esta “obra” es el sentido de esta vida y el camino de nuestra realización como personas. Para ello, nos envía al mundo como lo hizo con Jesucristo y con San Pablo, se nos da a conocer y nos enseña la Verdad para que vivamos y podamos alcanzar la meta de esta “carrera”-misión-vida.

Y queremos alcanzar la meta, conseguir realizar esta obra, esta misión, para llegar a la vida eterna. Cuantas veces no nos preguntamos que es la vida eterna. Realmente no tenemos experiencia de ello, ni nadie que conozcamos la tiene. Pero, Jesús si, y nos da testimonio de ello. Lo pide Jesús al Padre, que dé la vida eterna a los que le confió, a nosotros. Y además, nos dice que es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Estamos toda nuestra vida, gracias a la fe, don del Espíritu Santo, avanzando en la “carrera” hacia la vida eterna, hacia la “gloria”.

¡Qué impresionante es vivir esto! Cuanto cambia las cosas. Pero, ¿todos lo vivimos? Te invito a que te unas hoy al salmo 67 y resuene en tu interior. Piensa en mi humilde aportación que comparto contigo en estas palabras y no dudes en cumplir la misión que el Señor te ha dado, dándolo todo hasta el final. Juntos, el Espíritu Santo y tú, venceréis.