Alguna vez te has preguntado por qué tienes fe o quién te la ha transmitido o desde cuándo te sientes parte de la Iglesia y por qué. Seguro que sí. Si vas profundizando en el sentido de tu vida y en el conocimiento de uno mismo, van surgiendo estas preguntas fundamentales que es importante encontrar su respuesta auténtica. Buscar en la historia personal de nuestra vida y hacerlo con deseo de verdad, no solo es saludable, sino necesario para cualquier persona. Esto es posible si lo haces contando con el Señor, buscando los dos juntos.

El evangelio de hoy continúa con la oración sacerdotal de Jesús. Jesús pide por los futuros creyentes, por nosotros, por nuestra misión, por la unidad de la Iglesia y que en el futuro participemos en la comunión de la gloria con Cristo. Las manifestaciones que hace son como un informe para que la actividad reveladora y evangelizadora que ha hecho sea continuada por sus discípulos. Los que ahora le hemos conocido, debemos nuestra fe a la predicación de estos que Él envió (los que crean en mi por la palabra de ellos).

Hemos recibido en nuestras vidas el testimonio de fe de muchas personas, unos más importantes que otros. Y su fuerza ha venido por su unidad, una unidad que ha consistido en mantenerse fieles a la palabra de Dios revelada por Jesucristo. Esta unidad de los creyentes ente sí que es fiel reflejo de la unidad del Padre y del Hijo, tiene que ser así para que sea auténtica.

Ahora, ¿te has preguntado alguna vez qué testimonio de fe estás dando tú o si eres fiel a la Palabra revelada, si la vives, si eres coherente, o si te esfuerzas por transmitir nuestra fe a los demás? San Pablo, en la primera lectura de hoy, afronta los retos más difíciles por ser fiel a la palabra revelada de Jesucristo, con inteligencia y lucidez, teniendo claro que posee un tesoro que lo ha recibido, que no es sólo para él y que a su vez tiene la misión de compartirlo con los demás. Así lo tenemos que vivir nosotros.

Pablo no está sólo, recibe la misión del Señor y este está con él para que la lleve a cabo. Tú tampoco estás sólo: el Señor intercede por ti ante el Padre, está contigo y tú estarás con él en su gloria. Además, en su Iglesia está contigo. Somos tantos en este mundo que caminamos juntos con la misión. Participa o sigue participando en la Iglesia. Acude a tu parroquia, a la Familia de los cristianos y siéntete parte de ella. Verás la fuerza con la que transmitirás el tesoro de la fe. Este domingo, celebramos en mi parroquia los escrutinios de adultos y jóvenes que han vuelto a participar en la Iglesia y se preparan para recibir el sacramento de la Confirmación y algunos, también, el de la Eucaristía. En sus rostros pude contemplar la fuerza transformadora de la Palabra de Dios que los ilumina y les hace fuertes. Todos oramos por ellos e invocamos al Espíritu Santo para que les ayude en el camino de la fe; estábamos emocionados. Es impresionante comprobar la diferencia de estos rostros con los que contemplé hace dos años, que estaban cansados, preocupados, débiles y algo tristes.

Busca un rato a solas, o de camino al trabajo o a clase, repite el salmo de hoy en tu mente, en tu corazón y responde a tus interrogantes.