Es muy bueno el informe que leemos hoy en la primera lectura de los Hechos de un funcionario romano, como es Festo, a quien gobierna Galilea: Herodes Agripa II. Es un resumen sobrio, desapasionado y con un tono de lejanía y desinterés (son cosas de judíos, podría haber dicho). Pero nos muestra un paralelismo entre el proceso de Jesús y el de Pablo en la inocencia de ambos ante las leyes del imperio. Así debieron ser casi todas las reacciones oficiales de las autoridades paganas ante el cristianismo naciente. Lo bueno es que viendo clara su inocencia no hicieron nada por aplicar justicia y velar para que la verdad triunfara. Intentaron mantenerse al margen, velando por sus intereses personales o, en el mejor de los casos, por los del Imperio.

Esto nos revela la mediocridad, la cobardía, la incoherencia y el “bajo perfil” humano que suelen tener los poderes de este mundo, embarcados en el “todo vale”, en el “fin justifica los medios” o en el “populismo” y que no es de extrañar que sean fáciles de corromper. Todos estamos expuestos a ello y así nos damos cuenta con esta Palabra de hoy que podemos dejarnos llevar y caer, si no lo hemos hecho ya. El Señor conoce esta realidad y nuestra debilidad, por ello viene a salvarnos.

Jesús se aparece a los discípulos en este pasaje de Juan para reparar la triple negación de Pedro, para sacar fuerza de su debilidad, confiriéndole la misión más importante de la Iglesia. Con la triple confesión de amor de Pedro al Señor, le levanta, restablece la confianza en si mismo al mostrarle la confianza de Dios en él, de verdad. Lo demuestra con el encargo que le hace del cuidado supremo del rebaño, la comunidad pospascual, con un pastoreo que debe asemejarse al de Cristo, que entregó su vida por las ovejas. Esto transformó a Pedro de tal manera que afrontó sus debilidades, su pecado, transformando su vida a mejor hasta llevar su misión a la plenitud, dando la vida hasta el martirio.

Así nos ama el Señor, nos ofrece su perdón si estamos arrepentidos y nos levanta de nuestra debilidad para hacernos fuertes. Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos, nos dice el salmo de hoy. El toma siempre la iniciativa, pero tú tienes que acogerla en tu persona y responder con un amor sincero, con un deseo de conversión sincero, con un arrepentimiento auténtico. Para ello, hay que ser valientes, arriesgarse, “pringarse”, esforzarte por vivir coherentemente, y no “ponerte de perfil” ante las injusticias o ante la verdad ¿Cómo? Jesús dice: «sígueme».