Santos: Marcelino, Pedro, Erasmo (Elmo, Telmo), Bíblides, Atalo, Alejandro, Vetio, Epagato, Maturo y Pontico, Amelia, mártires; Potino, Blandina, y los 48 mártires de Lyon; Eugenio I, papa; Nicolás Peregrino, confesor; Esteban, Dictinio, obispos; Ulrico, Juan de Ortega, eremitas.

Nos ha dejado noticias de su muerte el papa san Dámaso, que las escuchó narradas por la boca del mismo verdugo.

El martirio tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano, en los comienzos del siglo IV.

Ambos mártires se mencionan en el Canon llamado Romano de la Misa, hecho litúrgico que demuestra la gran resonancia que tuvo su testimonio en Roma y la extensión de su culto.

Fueron decapitados en un bosque, pero sus cuerpos se trasladaron al cementerio llamado Ad duas lauros en la Vía Labicana, donde recibieron sepultura. Allí mismo, después de la paz de Constantino, se erigió una basílica bajo su advocación donde se enterró a santa Elena, la madre del emperador. Las reliquias de Marcelino y Pedro se veneran el Roma, en la misma Vía Labicana.