«De los que son como niños es el Reino de los Cielos», dijo el Señor. El Señor lo dijo porque los niños no dejan de sorprenderse, ante la vida, ante las cosas, ante los acontecimientos,… todo les parece nuevo. Sin embargo, la mirada de los adultos, en muchos casos está cargada de sospechas, de incredulidad, de las heridas de la vida. Y así puede ocurrir que cuando uno llega a la edad adulta pierda la capacidad de admiración ante la realidad, «estando un poco de vuelta de todo».  En la memoria del Génesis,  la revelación del sueño de Jacob en la estela del camino a Jarán, supone esa mirada de «niño» ante la realidad y la historia. LLeno de sorpresa exclama: «Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía». Ya no es sólo un camino, no es un paisaje, por muy hermoso o abrupto que sea, donde se encuentra es un lugar lleno de la mano de Dios. Te encuentras en el hospital cuidando de un familiar, escribiendo en el escritorio de tu oficina, compartiendo clase con tus compañeros, escuchando música por la calle de la ciudad, haciendo la colada de tu casa,… si por un momento paras, cierras los ojos, elevas una invocación al Cielo, y miras de nuevo a tu alrededor, puedes reconocer esto mismo: «Realmente el Señor está en este lugar y no me había dado cuenta». En la persona que pasa a tu lado hay un hijo de Dios y criatura suya. En la cosas que te rodean hay la mano de la inteligencia divina, en la atención de amor de una persona cercana está el don del Espíritu, en el cielo que te cubre con su luz está el cuidado personal de Dios por tí.

Jacob lo entendió así, por eso hizo su voto diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo…» ¿No es esta la exclamación del salmo de Israel? «Refugio mío, alcazar mío, Dios mío confío en tí». La providencia es la experiencia más maravillosa del cristiano, es conocer a Dios como Padre, es vivir a Dios como amor por mí, es saber realmente que no estoy solo, es experimentar en primera persona que al Creador del cosmos le importo, se fija en mí, tiene un «sueño» (como a Jacob) para mí, tiene un plan y una misión para mi vida, y pase lo que pase, no me dejará (así le dijo a Jacob: «yo estoy contigo, yo te guardaré donde quiera que vayas»).

Si ahora lees el Evangelio y meditas… ¿qué encuentras? Una enferma curada, una inocente que ha fallecido devuelta a la vida. ¿Qué significa? Significa que no hay límites para la presencia de Cristo en nuestra historia, no hay lugar donde Jesucristo no pueda estar, no hay realidad de nuestra existencia que no pueda tocar, todo está envuelto en su cuidado, es decir, «en su providencia», por eso dijo: «yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).