El relato del Éxodo que nos presentan las lecturas de hoy nos habla de la institución de la fiesta de la Pascua. Dios a través de Moisés prepara a su pueblo para la liberación de Israel que tendrá lugar en la noche de pascua. Esta celebración se recordará por generaciones. Pero ¿cómo quiere Dios que vivamos nuestras celebraciones? Es más ¿cómo quiere Dios que vivamos nuestra fe?

En el evangelio Jesús nos da la clave de cómo vivir la fe, las celebraciones, no por cumplimiento sino por amor: porque el Hijo del hombre es Señor del sábado. No se trata de cumplir por cumplir, de guardar la norma por guardarla. La ley y la norma están puestas por Dios al servicio del hombre y no al revés. Jesús les recuerda que así como a un sacerdote le estaba permitido violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa, cuanto más le estará permitido a Él, que es más que el templo, es el Hijo de Dios, violar el sábado. Este pasaje nos recuerda al pasaje de la samaritana cuando Jesús acaba diciendo, en verdad os digo que llega el tiempo de adorar a Dios en Espíritu y en verdad. Jesús muriendo por nosotros nos entregará el Espíritu Santo que nos permitirá adorar a Dios en verdad, no dependiendo del lugar físico del templo.

Tal y como hemos ido haciendo en los días anteriores, para este día propongo como quinta “salida”: Salir del cumplimiento para entrar en la respuesta gratuita.

Qué distinta es una fe vivida como respuesta generosa y gratuita al don que hemos recibido, que vivirla como una norma y precepto que debo cumplir. En mi opinión los cristianos de hoy tenemos como reto poder ofrecer a nuestros contemporáneos este tipo de fe. Desgraciadamente son muchos los que ven el cristianismo como un conjunto de normas y prohibiciones que recortan la vida. Tan solo se puede entender nuestra religión desde la amistad y el encuentro con Cristo.

Señor enséñame a vivir la fe como una respuesta gratuita a tu amor, porque Tú me amaste primero a mí. Quiero ser testimonio en medio de mis hermanos de que ser cristiano no es cumplir normas sino vivir una relación de amistad con Aquel que dio su vida por mí.