¡Es Navidad! Sí, ya sé que no doy ninguna gran primicia, es casi seguro que ya lo sabías. “Vaya notición” –pensarás-, que nos da hoy este comentarista. Todo el mundo sabe que hoy es Navidad y si no se enterará cuando vaya a comprar el pan y el panadero –tan ateillo él-, ha cerrado por fiesta. Bueno, estamos de acuerdo, sabemos la fecha de hoy pero ¿sabemos que es Navidad? ¿sabemos qué es la Navidad?.

Por supuesto hemos puesto el Belén, esta noche hemos colocado entre Jesús y María al Niño, ordenado a las ovejas que habían tirado los niños y, por qué no, hemos hecho avanzar unos centímetros a los Reyes Magos hasta el portal. Bueno, estamos de acuerdo, sabemos montar un nacimiento, pero ¿sabemos que es Navidad? ¿sabemos qué es la Navidad?.

Por supuesto hemos recibido unos trescientos cincuenta y siete mil WhatsApp y hemos contestado a todos con estrellita, estrellita, niño en la cuna, manitas rezando, aplauso, estrellita, sonrisa. Bueno, estamos de acuerdo, sabemos usar las nuevas tecnologías pero ¿sabemos que es Navidad? ¿sabemos qué es la Navidad?.

San Juan nos lo explica hoy: “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (…) La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. Para explicarnos que es la Navidad San Juan, el discípulo amado, no mira a la profundidad de la gruta de Belén, mira hacia el cielo. No se fija en el nacimiento de Cristo –que tantas veces habría escuchado de labios de María-, sino en el nacimiento de los hijos de Dios, a nuestro nuevo nacimiento. No se fija en la ternura de un niño, sino en la ternura de Dios que se hace niño y derrama la gracia y la verdad.

El acontecimiento del nacimiento de Cristo, que algunos se empeñan en negar, no es el comienzo de una vida, es el comienzo de la Vida con mayúsculas. Donde había abundado el pecado sobreabunda la gracia, o que estaba roto queda restaurado, lo manchado, inmaculado y la creación no sólo restablecida sino enaltecida. Podemos decir que no sólo celebramos el nacimiento de un Niño sino el nacimiento de toda la humanidad y de toda la creación. En este día todo se hace nuevo. Por eso no es un acontecimiento que pasó hace un montón de años, sino que sigue sucediendo. La onda expansiva de Belén llega hasta el final de los tiempos. ¡Que contradicción! cuando ahora las noticias apenas duran un suspiro y una se sucede a otra sin dejar huella más que en las hemerotecas y para los investigadores de la historia, la noticia de los ángeles a los pastores sigue resonando siempre nueva y vibrante en los corazones que la escuchan. El llanto de un pequeño niño en una pequeña gruta de una pequeña aldea de Judá en la más pequeña de las provincias romanas se convierte en la noticia que cambia la historia y nuestro mundo, en la serenidad de Dios frente al alboroto del pecado.

Por eso hoy podríamos hablar de pobreza, de humildad, de servicio, de entrega, de cumplir la voluntad de Dios, de… mil cosas, pero es mejor escuchar y María. José y el Niño Dios nos lo dirán todo. Entre villancico y villancico, entre turrón y polvorón, dejemos huecos al silencio para que Dios nos hable en esta Navidad. ¡Feliz Navidad!