Las páginas del evangelio de hoy nos narran una de las escenas del inicio de la vida pública de Jesús. El domingo pasado nos daba el testimonio el evangelista San Lucas. Hoy, en cambio, es San Marcos quien nos narra el inicio del ministerio de Jesús en su pueblo.

Sus paisanos, los nazarenos, pensaban conocer a Jesús. Creían que lo sabían todo de Él. Quizás ya le habían puesto una etiqueta… Pero lo que Marcos nos narra hoy es la admiración ante el acontecimiento de Jesús. El hijo de José, el carpintero, y de María comienza sus signos. No es un hombre cualquiera, cura y enseña con autoridad… Jesús rompe sus esquemas.

La respuesta ante lo sorprendente no se hace esperar: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?

Jesús no deja indiferente. Ante Él había que tomar partido. Era especial, muy especial. Que se lo digan si no a la samaritana que después de estar hablando un buen rato con Él empezó a notar  que algo pasaba en su corazón, “me ha dicho todo lo que he hecho”. Lo mismo pasó a los dos que iban camino de Emaús, tras un buen paseo con Él algo empezó a arder, ¡sí, sí! a quemar como el fuego, dentro de ellos… Y así podríamos continuar  repasando uno a uno  a todos los personajes del Evangelio. Pero ¿qué tiene este hombre? Habla con autoridad, no habla como los demás maestros, manda callar a los vientos y le obedecen, los malos espíritus salen nada más escuchar su voz… Pero ¿quién es ese hombre?

No dejaba a nadie indiferente. Hasta tal punto era esto cierto que llegado un momento de la conversación el interlocutor de Jesús antes o después se preguntaba ¿no será éste el Mesías? ¿No será este el que tenía que venir al mundo?

Los paisanos de Jesús deciden responder con el rechazo y no con la fe. Los signos que hacen no les sirven de nada porque no están dispuestos a salir de su forma de pensar y del prejuicio ante Jesús.

Hoy nos puede ayudar echar una mirada a nuestra vida y preguntarnos ¿no será Él el Mesías? ¿No será Él el salvador de tu vida? ¿No será Él quién hará grande y bella tu vida?

Pidamos a María que nos haga salir de nuestros criterios y formas de pensar acerca de Jesús y nos de la gracia de admirarnos ante su persona para aceptarle tan cual es y no tal cual nosotros queramos que sea.