En los primeros siglos de nuestra era, los romanos guardaban la costumbre de dedicar el mes de Febrero a la memoria y honra de sus difuntos. Ya que Febrero, último mes del calendario romano, estaba dedicado a Plutón, dios del inframundo. El pueblo romano visitaba las tumbas de sus difuntos y hacían festejos en su honor. Los cristianos de Roma también lo hacían, pero desde la fe en Cristo, se convirtió en un verdadero testimonio de la resurrección. De ahí que durante este mes, la tumba de San Pedro fuera visitada con una especial devoción y con el tiempo se convertiría en una importante conmemoración litúrgica.

Aquellos primeros cristianos reconocían en Pedro el especial pastoreo de la Iglesia que Jesús le había confiado cuando le dijo: «tú eres Pedro (piedra) y sobre esta piedra (de tu fe)  edificaré mi Iglesia…«.  Por ello, los apóstoles siempre estuvieron atentos a los labios de Pedro y a sus palabras. Su enseñanza era tenida como el eco de la misma voz de Jesús.  La silla o sede donde Pedro se sentase era respetada por todos, y se convertía en el signo de su enseñanza y de su autoridad.

Ya en los calendarios del siglo IV aparece indicado el 22 de Febrero como fiesta de la cátedra de San Pedro. Es decir, fiesta del reconocimiento «de la misión especial de Pedro y de sus sucesores de pastorear el rebaño de Cristo, manteniéndolo unido en la fe y en la caridad» – como dijo Benedicto XVI.  Todos los apóstoles veían a Pedro como aquél que tenía el encargo directo de Jesús de mantener unida a su grey, de confirmarla en la fe y llevarla por los caminos de la voluntad de Dios. Pedro era mirado por todos como aquél que mejor conocía el corazón de Cristo.

«Pero si todos los apóstoles miraban a Pedro para buscar su aprobación, Pedro miraba a María»(H.U. von Balthasar). Teniéndola a ella como maestra, se puede entender mejor que Pedro pueda decir a los presbíteros de la Iglesia: «sed pastores del rebaño de Dios, no llevándolo por sórdida ganancia, sino con generosidad;  (…) convirtiéndoos en modelos del rebaño.» Así, como María: dando la vida, predicando con el ejemplo, cuidando de cada uno, preocupándose de cada uno. Corrigiendo, exhortando, educando, alentando,… como una buena madre hace con su progenie. Amando a todos por igual pero especialmente dedicada a los más débiles o enfermos de sus hijos. Por tanto, la cátedra de San Pedro es una manera especialisima de amar que el Papa está llamado a poner en práctica en favor de todos nosotros. Pidamos entonces por el Papa Francisco para que no se desaliente en su tarea y nos siga avivando con su testimonio en la fe y en el amor.