En el Evangelio de hoy Jesús realiza un milagro y frente a la acusación que le hacen de actuar en nombre de Belzebú, les muestra con claridad la contradicción que hay en sus pensamientos y manifiesta que  El es más fuerte que toda enfermedad, maldición y actuación del mal, venciéndola. Con este milagro Jesús hace presente el Reino de Dios entre los habitantes de aquel pueblo.

Quisiera detenerme en una de las frases que dice Jesús: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie.

Esta frase parece muy evidente, pero Jesús nos recuerda que es lo esencial: la unidad. Muchas veces nos preocupamos de tantas cosa: de que nuestros hijos vayan bien en el colegio, de que hagan deporte, de que aprendan idiomas, etc. Y estas inquietudes tan buenas y lícitas hacen que ya no nos quede tiempo para hablar con ellos un poco o para cuidar momentos sencillos de estar en familia. De una forma muy sutil empezamos a vivir en paralelo en nuestras propias casas y aquello acaba siendo una especie de hotel. Nuestras casas empiezan a quedar “asoladas” como dice Jesús cuando se refiere a un Reino que está dividido.

Sin embargo todos tenemos la experiencia de que nos pueden caer muchos problemas a la vez, como puede ser el paro o la enfermedad de un familiar, pero si hay amor y nos intentamos apoyar, aunque eso pueda durar largas etapas, se acaba venciendo y nos mantenemos en pie.

En nuestras casas, nuestros pisos compartidos, en nuestros lugares de estudio o de trabajo, aunque haya retos y problemas, se puede hacer presente el reino de Dios. Cuidemos lo esencial.