imageLucas nos dice en el Evangelio de hoy que el Señor imponía las manos sobre cada uno de los que acudían a él. No es un apunte que deba pasársenos inadvertido, porque Cristo no extendía las manos sobre todos, sino que se tomaba tiempo con cada enfermo. El riego de Dios no es por aspersión, es riego a chorro sobre la planta. El entusiasmo de Dios no es por el número de seres humanos sino por cada uno, a quien conoce por su nombre, cualidades, desvaríos

De ahí que nos emocionen películas que muestran preocupaciones personalizadas. En «Salvar al soldado Ryan», Steven Spielberg pone en aprietos a toda una tropa del ejército de tierra para salvar la vida de un solo hombre. Así deberíamos interpretar las páginas de la historia. El horror de Auschwitz se hace más crudo cuando llegamos al campo de concentración y observamos las fotografías y pequeños historiales de quienes allí murieron, las maletas con los nombres de sus propietarios, los enseres que fueron desechados. Si en algo se empeña Dios por nosotros, es en despertarnos la sensibilidad de contemplar al otro como sujeto que exige dedicación específica.

He recibido muchas veces por whats up fotografías de bebés en el vientre de su madre. Las madres no pueden esperar al parto, las ecografías son ese primer impacto madre-hijo en el que el bebito muestra un poco de sí, y las madres tienen que contarlo, la sorpresa es demasiado fuerte como para mantenerla encerrada. Esa exclusividad y expectación de trato entre madre e hijo es exactamente igual que la que Dios siente por cada uno de nosotros.

El día que advirtamos esta novedad absoluta de la fe cristiana, se nos abrirán los ojos definitivamente. El sacerdote no puede confesar en un pispás al niño que se prepara para la primera comunión. No podemos visitar a los enfermos como si fueran un colectivo indivisible ante el que hay que existen suficientes técnicas de escucha y apoyo. El catequista no concluye su labor en las reuniones, debería saber cómo anda por dentro cada chaval. Porque el Señor imponía las manos sobre cada uno de los que acudían a él…