Job 9, 1-12. 14-16

Sal 87, l0bc 11. 12-13. 14-15 

san Lucas 9, 57-62

Si ser cristiano consistiera, simplemente, en creer una serie de verdades o en tomar una determinada postura ante la vida y sus problemas… Si ser cristiano fuera estar inscrito en un libro de bautismos o pensar de un modo concreto… Si ser cristiano fuera abrir un libro de vez en cuando y musitar unas palabras… Si ser cristiano fuera deleitarse escuchando sermones o decir cosas bonitas y piadosas… Entonces, se podría ser cristiano desde un sillón. Sé que hay quien cree que lo ha conseguido, pero es probable que ese tal aún no haya leído el evangelio de Lucas. En el evangelio de Lucas, la vida pública de Cristo es una marcha sin descanso, una peregrinación hacia Jerusalén, donde, en la cima del Monte Calvario, se abrirá la puerta del Cielo, meta y hogar del desterrado. Jesús es alguien que pasa, y pasa de camino, invitando a quienes encuentra a caminar con Él. Los mirones y poetas quedarán condenados a verle pasar de largo, y un «hermoso» recuerdo de Aquel que un día les llamó será la más dura denuncia de sus propias cadenas. Sólo los caminantes, los que desean llegar a un sitio y están dispuestos a darlo todo en el camino, pueden seguirle.

El sillón no es buen pupitre para el discípulo de Jesús de Nazareth. Hoy te copio tres advertencias, hechas por el Señor «sobre la marcha», a tres candidatos a cristiano que podemos ser tú, yo, y el otro (algún otro habrá):

«Las zorras tienen madriguera y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Para el camino, te sobran los apegos a comodidades de este mundo. Toma agradecido lo que venga, y estate dispuesto a pasar sin nada, como Yo.

«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». Te sobran los miedos. Si me sigues, tienes Vida eterna, y no debes temer la muerte para ti ni para los tuyos. Deja que teman la muerte quienes han rechazado la Vida: ellos deben enterrarse, no tú.

«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios»: te sobran los lamentos por aquello a lo que renunciaste. Alza la mirada al frente, y tras el Calvario descubrirás tu Hogar. Lo que dejaste atrás ya no te hace falta, y pensar en ello sólo aumentará tu fatiga.

Pedimos a la Virgen que nos de un corazón grande, unos pies ligeros, y, sobre los hombros, no más peso que el del suave Yugo y la ligera carga que Jesús ha posado sobre cada uno de nosotros.