¿Es cierto que todo hombre busca la Verdad? Así es. Está inserto en lo más íntimo de nuestro ADN personal. Por eso los cristianos, sabiendo que Jesucristo se identificó con “la Verdad”, nos atrevemos a afirmar que todo hombre está llamado a encontrarse con Cristo. Incluso los que participan con fervor de otras tradiciones religiosas o convicciones diversas. Y es necesario, pues quien encuentra la Verdad, también encuentra el Camino y la Vida que merece la pena ser vivida. Esta es nuestra experiencia.

Ahora bien, ¿cómo puedo alcanzar lo que todos estamos buscando? En el tiempo de Jesús, los paganos esperaban que llegase el filósofo magnífico que explicara con su doctrina toda la realidad. Los judíos esperaban los signos de victoria de un nuevo rey-Mesías.

Por todas partes, tanto en Galilea como en Jerusalén, se estaba propagando la noticia de que el Mesías había llegado. Por eso, los principales del pueblo judío estaban interesados por saber los signos que hacía. Reclamaban signos de victoria, de poder…  Cuando Juan envió a sus discípulos para preguntar a Jesús, el Señor le contestó afirmando lo que estaba ocurriendo: “decidle a Juan que los ciegos ven, los sordos oyen…”. Esos signos le bastaron al Bautista para convencerse de la divinidad de Jesús. Pero todavía había ojos que no querían ver y oídos que no querían oír. Y esos son los que reclaman a Jesús nuevos signos.

Pero Jesús cansado por su terquedad responde que sólo habrá un signo definitivo de su realeza: igual que Jonás que apareció ante Nínive como el vencedor de la muerte al salir de la ballena, él resurgirá victorioso de la tumba. La resurrección es el signo definitivo para descubrir en Jesús a la misma Verdad hecha carne.

Pero aquella actitud se ha mantenido en la historia. Muchos reclaman a la Iglesia signos que la hagan creíble, y buscan en la fe los milagros que necesitan para resolver sus problemas o para recuperar su fe. Otros les sorprende la noticia de supuestos milagros y están convencidos de que ahora no se pueden explicar porque todavía no tenemos la tecnología suficiente para desenmascararlos. Y para una gran mayoría, el anuncio de la resurrección ya no les sirve, y les resulta un invento, una fantasía literaria… ¿Qué tiene que hacer Dios para que creamos en él y en su amor por nosotros?

Este evangelio es totalmente actual. Pero la respuesta de la Verdad siempre es la misma: el amor, otra vez. Para Barrabás, ajeno a la obra de Dios, esa fue la respuesta: un hombre inocente liberando a uno culpable. Para Pilato, el que se lavaba las manos, también fue así: un hombre potente haciéndose frágil ante nosotros. Y el centurión que finalmente lo entendió y creyó: un hombre-Dios crucificado que soportaba los males de este mundo.

“En esto conocerán que sois discípulos míos…”.  Si alguien me reclama por un signo para creer en Jesucristo puedo responderle: “¿Dónde encuentras hoy un Amor auténtico? ¿Quién lo enseña? ¿En qué lugar del mundo la gente puede reunirse independientemente de su sexo, edad, raza y condición, y tratarse como hermanos? ¿Dónde se ofrece un signo de paz incluso entre personas que no se conocen previamente? ¿Dónde se atiende al marginado, al moribundo, al drogadicto o  y no se cobra por hacer ese servicio?…”. La generosidad del Amor divino siempre será el signo de su Presencia. Y es esta nuestra tarea. Muy unidos.