Hoy en toda España celebramos una advocación muy particular de la Madre de Dios: la Virgen del Pilar. Por todos es conocida aquella tradición venerable de cómo María incluso antes de su dormición, se aparece de un modo maravilloso, ensalzada en un pilar, ante el apóstol Santiago. Él desfallecido en su misión, cerca de las orillas del río Ebro, es alentado por la Madre de la Iglesia naciente para que sea valiente y lleve hasta el final la misión dada por Cristo: “id al mundo entero y proclamad el evangelio”. Santiago recupera fuerzas para anunciar a los pueblos de la antigua Hispania el mensaje del amor de Dios y de la resurrección del Mesías. Así canta un poema:

 

Virgen del Pilar, esbeltez y firmeza,

alto signo de verticalidades,

columna enhiesta de fidelidades,

Pedestal que realza tu grandeza.

 

Porque antes nuestro Señor decía: “había dos hombres que construyeron su casa, uno sobre arena y otro sobre roca… vinieron los vientos, cayeron las tormentas pero la casa no se derrumbó porque estaba cimentada en la roca…”. Así son todos lo que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Tienen un cimiento firme, indestructible, porque quien vive la Palabra sabe que viene mucha luz, sabiduría para afrontar las situaciones difíciles, tiene discernimiento para elegir el camino correcto, tiene la brújula que siempre le indicará el sentido, la espada para abrirse paso entre los matorrales y las zarzas del alma, la semilla para sembrar los corazones de paz y esperanza. ¡Esa es María! ¡La Palabra de Dios vivida plenamente! Por eso, hoy ante el piropo de la mujer del gentío hacia su madre, Jesús contesta: Sí, ¡dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!

 

El pilar de María es la Palabra de Cristo. Como David prepara un trono, un lugar preciso en la nueva Tienda del Encuentro en Jerusalén para introducir el arca con la Ley divina, nosotros podemos ser la nueva “tienda portátil” de todas las palabras de Jesús. Guardadas como María en nuestros corazones, memorizadas, aprendidas en lo profundo y puestas en práctica, con la devoción del soldado que realiza las indicaciones de su superior.

Saber tu idioma es saber tu abecedario, por eso María escuchó plenamente la voluntad del Padre. Conocer bien la Palabra es poder escuchar a Dios con su voz, y hablar en su idioma. Alegrémonos pues toda la hispanidad por esta espléndida advocación mariana, alégrense todos los que tienen a la Virgen del Pilar como patrona. Cantemos y bailemos como hicieron los Israelitas ante su Arca. Y que el manto de flores que hoy se pone ante su imagen nos cubra de bendiciones a todos los que hoy la invocamos…

Para que crezcan más las cosas de Dios

reafirmarnos en la fe, dulce Madre.

Llevarnos en ese Pilar, por el camino certero,

dé la sencillez y la Caridad al mundo entero.

                                                                                                                                   (Autora: Mercedes Ramos)