Últimamente cuando escribo un correo masivo se me malinterpreta y soy el rey de los comentarios de os grupos de Guasá de las madres de mi parroquia. Espero que los lectores de estos comentarios no tengáis un grupo privado.

En no pocas parroquias hoy habrá como un escalofrío al escuchar la primera lectura, algunas se indignarán con el machismo de San pablo y muchas predicaciones soslayarán el tema y se centrarán en el cultivo de la mostaza hasta en sus variantes transgénicas. Muchos (y muchas), entienden esta lectura como un traspiés de San pablo, un despiste del Espíritu Santo y anacrónica para nuestros días. Todavía no he conocido a unos novios que la escojan para el día de su boda, y he celebrado unos cientos de matrimonios. Vamos a leerla despacio y sin prejuicios.

“Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo.” Aquí no hace San pablo distinción de género ni de número. Pero cuando oímos la palabra “sumisión” se nos levanta el ego y nos vienen un montón de palabras a la cabeza: esclavitud, humillación, desprecio… Ciertamente hay quien humilla a otro degradándolo o imponiéndose por la fuerza. Pero nadie entendería así esta palabra y nadie se escandaliza cuando leemos: “Cristo por nosotros se sometió, incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Ese sometimiento es el sometimiento del amor, que pone su inteligencia y su voluntad a servicio de otro. Las mujeres que se sometan por amor a sus maridos y los maridos que se sometan por amor a sus mujeres. Así, esas dos vidas juntas y en igualdad de dignidad, aunarán esfuerzos para hacer de su vida un paraíso, cuando se levanta el egoísmo todo se convierte en un infierno. Muchos pensarán que se podría cambiar el lenguaje o utilizar otras palabras para expresar la misma realidad, pero San pablo muestra la grandeza de este misterio de comunión que es el matrimonio. Cuando los místicos hablan del amor de Dios por el hombre no hablan de la paternidad de Dios, sino del esposo y la esposa, del amado y de la amada. Ojalá se pudiera conocer el amor de Dios no haciendo un mes de Ejercicios Espirituales (que también), sino mirando a cualquier matrimonio católico y el que lo contemplase pudiera decir: yo quiero amar así.

Matrimonios, cuidad los pequeños detalles de amor, la levadura  y el grano de mostaza del matrimonio, así seréis sigo del Reino de Dios en medio del mundo. Un grano que crece hasta dar sombra a toda la vida es la devoción a nuestra Madre del Cielo vivida en el matrimonio y la familia: hacerla crecer.