Un día en la radio oía una entrevista a una persona con una enfermedad terminal, que daba su testimonio de esperanza, valentía y lucha contra esta enfermedad. Decía que ahora comprendía porqué el Señor le había dado tantos dones, tenía sus principios, le había hecho fuerte en la vida y había recibido tanto. Era para esta etapa final de su vida; tenía que mantenerse fiel, fuerte y aceptar todo lo que le estaba sucediendo sin rendirse, hasta el final.

En el evangelio de hoy Jesús nos garantiza que con nuestra perseverancia salvaremos nuestras almas, que es salvar a la persona, salvarnos en nuestra vida. La verdad es que solemos ser unos «quejicas» o nos lamentamos fácilmente de nuestras desgracias o padecimientos, sin pararnos a analizar lo que hemos recibido para afrontarlos y superarlos. Nuestro Padre es bueno y justo y, como nos enseña la Escritura, no nos pide ni nos permite afrontar más de lo que podemos o nos ha preparado antes para ello. Quizás nuestro problema es de pararnos a pensar y discernir las cosas de nuestra vida, de pararnos a profundizar en nuestra propia existencia, a leer nuestra historia confiando en Él, teniendo fe. No nos paramos, no hacemos suficiente oración, ni escuchamos al Espíritu que habita en nosotros.

De verdad, yo me estoy dando cuenta que el Señor me ha ido preparando, y me prepara para lo que ha de venir. Y no solo para lo malo o adverso,también para lo bueno y ventajoso. Grandes y maravillosas son tus obras, es la admiración que nos causa el descubrir el desarrollo de este plan de Dios en nosotros. Él nos lleva siempre la delantera. Va a infinitos pasos por delante. Y cuando nosotros entramos en un momento, Él ya lo sabía, nos ha dado todo para vivirlo (nos ha preparado), lo vive con nosotros y esta en el resultado de la vivencia: meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Pero, no se nos olvide, para ver esto hay que discernir constantemente en la vida ¿Por qué? Porque no es sólo para nosotros o en nosotros, es también para los demás y en los demás. El Señor abre una ocasión para dar testimonio, para colaborar misteriosamente en este plan de amor, en su Plan de Salvación. Por ello, es necesario también nuestro esfuerzo, nuestra laboriosidad para trabajar lo recibido en nosotros y hacerlo fructificar. No hay que vivir de las rentas, ni dejarse llevar por una fe «del carbonero» sin madurarla, ni ponerla en práctica.

Además, ser conscientes que todo es provisional en este mundo que conocemos y que sólo Cristo permanece. Por ello, nos tenemos que esforzar para no perder energías y tiempo o perdernos en caer en la tentación de agarrarnos a personas, ideas, cosas, etc, como nuestras seguridades para vivir. Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti.