Vuelve a aparecer el precursor, el Bautista. Al desgranar su figura, el Adviento nos presenta la tensión de la espera que crece cada día. Has sido el mismo Señor quien nos ha explicado la figura de Juan: el profeta que clamaba justicia en el río Jordán y anunciaba a su vez que Dios traería una justicia mayor, el era el más grande entre los nacidos de mujer que proclamaba el reino de los pequeños…

Hoy Jesús nos resume su ministerio comparando a Juan con el profeta Elías: Él es Elías, el que tenía que venir. De esta forma la figura del Bautista se enmarca de lleno en la historia de Israel. En Juan asoman los patriarcas, los profetas y todos los justos del Antiguo Testamento. Se nos dice por tanto una cosa muy clara: Juan no anuncia sólo la esperanza de cada hombre, sino la esperanza del pueblo, de la humanidad entera.

La figura de Elías nos evoca algo muy importante de nuestra esperanza. No caminamos solos y tampoco podemos esperar solos. Han de ser nuestras también todas las esperanzas de los que caminan a nuestro lado. Hay que reconocer que sólo somos capaces de esperar de verdad si estamos unidos a otros. Los padres, por ejemplo, esperan en sus hijos; les encargan que den el fruto correspondiente a las semillas que ellos han sembrado con su amor y entrega de padres. Pero también los hijos esperan en sus padres cuando buscan en ellos la seguridad que necesitan para caminar en el mañana, cuando les piden que los sostengan y les enseñen el camino de la vida.

Eso es la Iglesia, una comunidad de esperanza. Lo que vivimos como Cuerpo de Cristo, en la Iglesia, es esa esperanza con otros, en alianza.

Nuestro adviento personal se une ahora al adviento de cada pequeña cosa del mundo que nos rodea. Hoy las lecturas nos invitan a mirar con asombro a nuestro alrededor y a sentir latir la esperanza que madura lentamente hacía en nacimiento completo de Cristo en todos los seres.

María, la mujer del Adviento, es el icono de esta esperanza en comunión. Ella es la Madre que da a luz y así prepara el final definitivo, que señala Elías.

¡Madre ayúdanos a esperar con otros!