Estamos en la mitad del Adviento. Al principio, cuando comenzábamos este camino, nos encontrábamos con la novedad del anuncio y la ilusión del camino. Cuando nos acerquemos a la Navidad, nuestra mirada se irá posando en ese pesebre vacío esperanzo con ansias la sorpresa inminente. Pero ahora en la mitad del Adviento se siente el cansancio y la fatiga. De ahí la pregunta de los discípulos del Bautista: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»

Jesús da una respuesta muy clara: «Mirad y ved» y luego «Id y contarle a Juan». Ante la tentación del cansancio y desaliento, el Señor nos está diciendo: abre los ojos y date cuenta de lo que sucede ante ti, entiende la alegría de lo que te pasa cuando te encuentras conmigo, aunque sea un gozo mezclado con lágrimas. Hoy domingo Gaudete (Domingo del «alegraos», como recita la antífona introductoria de la Misa), recordamos esta alegría como prenda propia del Adviento.

Hay muchos tipos de alegría. Por ejemplo, está la alegría del que recibe una buena noticia inesperada, pero también la alegría de quien ve removido un viejo obstáculo en el camino. También nuestro Adviento tiene su regocijo especial: se trata de la alegría de la esperanza. Ésta es una alegría por algo que todavía no poseemos totalmente pero de que ya tenemos las primicias. Es la alegría del que no tiene todavía todo lo que espera.

¿Cómo podemos ser felices en medio de los sufrimientos de nuestra vida? Lo que Jesús responde a los enviados del Bautista es que los pobres son evangelizados, es decir, que reciben la alegre noticia. Les está diciendo: el camino del dolor que ahora atraviesa Juan, la prisión y la pena, son en realidad una fuente de alegría, pues se convierten en ocasión de allegarnos a Dios. Sólo en ellos se aprende el verdadero gozo, el gozo del amor, el único que no pasa nunca.

Jesús nos enseña el arte de transformar la pena en felicidad y de alimentar la hoguera de nuestra alegría con la leña de nuestros pesares. Si así lo hacemos, nunca nos faltará motivo para reír y consolarnos en el camino de la Vida.

María es maestra también en esto. Ante la pobreza del pesebre no enseña a tener una alegría profunda.