Isaías 7,10-14

Sal 23, 1–2 3-4ab. 5-6

san Pablo a los Romanos 1, 1-7

San Mateo 1, 18-24

“En aquellos días, el Señor habló a Acaz: -«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: – «No la pido, no quiero tentar al Señor.» Entonces dijo Dios: – «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal.” El pobre Acaz que no quiere molestar y Dios decide molestarse. Seguro que tu y yo en el lugar de Acaz hubiéramos pedido alguna otra señal «desinteresada»: “Que gire el sol alrededor de la luna, que nos toque la lotería, que se enamore de nosotros el/la (según los casos) más hermoso/a del mundo, que nos hiciéramos famosos,….” cualquier tontería de esas. Pero cuando Dios hace las cosas por su cuenta las hace muy bien. Quedan unos pocos días para que celebremos el Misterio de la Navidad. No sé que dirá la RAE pero es un Misterio con mayúsculas. Dios en su infinita liberalidad ha querido encarnarse de las entrañas purísimas de una Virgen y ha querido contar con la participación de los hombres. Hoy es José el protagonista. Hoy es José al que le toca participar en ese Misterio y dice que sí. Seguramente esta semana estemos poniendo el nacimiento en nuestras casas y en nuestras parroquias (o en el despacho y que se fastidie el colega ateo). Más o menos lleno de figuritas cada una de ellas tiene que participar en este Misterio. Unos dirán que sí, otros dirán que no, pero ni la lavandera ni el que lleva la brazada de leña puede quedarse indiferente. Y ni tu ni yo podemos quedarnos indiferentes. Tal vez no entendamos los  signos y señales de Dios. Seguramente nos quede mucho por entender y por profundizar. Seguramente toda una vida sea poco para darnos cuenta que “Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno pode por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor.” Pero tenemos que tomar parte en el Misterio de Dios, aceptar su señal y contestar con un sí o un no. Cuando el Señor vuelva (seguimos en Adviento), tiene que encontrarnos en una postura o en otra, pero a los indiferentes les dará una patada en el trasero.

Los signos, en ocasiones, son difíciles de entender. Cuando te cueste entender a Dios, recurre a la Virgen y confía.