Mucha gente se pregunta ¿hacía dónde vamos? Y la respuesta suele ser pesimista: Las cosas están muy mal, cada día todo es más complicado, ¡Parusía ya! Miramos hacia el futuro como con temor. Tenemos miedo a envejecer, miedo a la enfermedad, miedo a perder las fuerzas, miedo a la muerte. Tememos la persecución, el hambre la angustia…, pero San Pablo nos dirá que en todo eso vencemos fácilmente en aquel que nos amó. Siendo realistas tendremos que decir que las cosas están muy mal, pero que el futuro es estupendo, pues el futuro es de Cristo.

“Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros, contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».” ¿Qué haría un hombre con un espíritu inmundo en la sinagoga? ¿No tendría mejores lugares dónde estar? Incluso parece que escuchaba a Jesús y le presta atención hasta que “salta” y se pone a gritar. No nos extrañe que en nuestras parroquias y en nuestra Santa Madre Iglesia haya también espíritus inmundos. Están sentados en nuestros bancos y participan de nuestras reuniones. ¿No podían irse a la bolera a pasar el rato? No, se lo pasan mejor en la Iglesia. Son los que se pasan el día desalentando, criticando, murmurando, desanimando. Para los que todo está oído y escuchado, los que ya todo se ha intentado y no funciona nada. Los que quieren cambiar la Misa para hacerla más atractiva, más espectáculo, a ver si la gente viene no por Cristo, sino a entretenerse. Los que van cambiando la doctrina a ver cuál es más atrayente, un día pueden ser de un extremo y otro de otro, sin despeinarse. Son los que siembran el desconcierto y las dudas, se van haciendo con su parcelita de poder y desde allí siembran la cizaña. Incluso a veces asistimos a peleas entre espíritus inmundos queriendo desbancarse uno a otro. ¿Qué hacer frente a estos espíritus inmundos? Sólo se me ocurre una: Fidelidad.

Fidelidad a Cristo, a la Iglesia y la Tradición y a la Liturgia. Fidelidad en la oración constante ante el Sagrario y de la mano de María al rezo del Rosario. Fidelidad en la fe, en la moral y en las costumbres. Muchísimo amor a la Iglesia que es nuestra Madre. Una caridad fiel, que deja el juicio a Dios y muestra la verdad para que pueda abrazarse. Y también una fiel esperanza, que no se desanima frente a los “desanimosos”. Siendo fiel a esto el espíritu inmundo un día “saltará” y gritará: Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:

«¿Qué tenemos que ver nosotros, contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Y entonces Cristo, con su autoridad, le devolverá al redil, a amar a la Iglesia, a amar a Dios, a ser feliz.  Si intentamos echarles a empujones lo más seguro es que nos quedemos fuera con ellos. Ten confianza, Cristo ha vencido al mundo, suyo es el futuro, todo se ha puesto bajo sus pies.

Fidelidad, fidelidad, fidelidad. Pido para todos la fidelidad de Santa María y de San José.