Comentario Pastoral
LAS OCHO DESCONCERTANTES FELICIDADES
(BIENAVENTURANZAS)

Las Bienaventuranzas fueron predicadas por Jesús desde la altura de la montaña, que baja hasta el lago de Tiberiades. Las Bienaventuranzas para ser dichas y ser escuchadas exigen un plano alto, y comportan las exigencias de una ascensión; por eso no son predicadas en la horizontabilidad del llano.

1 . La felicidad de la pobreza en el espíritu. Es disponibilidad de despojo y de renuncia, para no quedarse en lo inmediato y buscar lo transcendente.

2. La felicidad del saber sufrir. Es manifestación de aguante interior, de serenidad y mansedumbre. Dios es el que reivindica y defiende.

3. La felicidad del llanto. La felicidad de las lágrimas lavan los ojos para ver el consuelo de la ternura de Dios. No son lágrimas de tristeza o melancolía, sino de fe

4. La felicidad del hambre y de la sed. Desde la experiencia de las necesidades del cuerpo, hay que descubrir el hambre y la sed de justicia, que es el alimento del alma y significa la voluntad de Dios.

5. La felicidad de la misericordia. Significa caridad reciproca y activa, significa perdón. Esta bienaventuranza se opone al materialismo y positivismo farisaico.

6. La felicidad de la limpieza. El que quiera ver a Dios que lave su corazón sucio para que pueda contemplar en lo profundo de su interior el valor de lo eterno.

7. La felicidad de la paz. Los pacíficos no son los tranquilos, sino los que hacen la paz, quienes la componen a partir del desorden, quienes la crean desde el caos.

8. La felicidad de la persecución. El creyente sabe que la vida no es fácil, que la fidelidad al Evangelio exige muchas renuncias. El Reino de los cielos bien vale cualquier persecución.

Andrés Pardo

 

 

Palabra de Dios:

Sofonías 2, 3; 3, 12-13 Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10
san Pablo a los Corintios 1, 26-31 Mateo 5, 1-12a

de la Palabra a la Vida

Cuando el Señor ya ha constituido un grupo que le sigue, Mateo sitúa este impresionante discurso que dura del capítulo 5 al 7 de su evangelio. Lo pueden escuchar y acoger, como advierte la primera lectura, los humildes. Aquellos que estén dispuestos a escuchar y aprender, a guardar esa palabra en el corazón como el que guarda una ley que le salva la vida.

Sí, porque así es como se entiende este relato: Mateo presenta un retrato que tiene su fundamento en la liberación de Israel, que ha atravesado el Mar Rojo, ha contemplado el poder salvador de Dios en la noche, y camina, guiado por Moisés, al encuentro del Señor, que le va a dar la Ley de la Alianza pactada. Ahora, aquellas doce tribus se encuentran representadas y superadas por los Doce, que escuchan atentamente a un maestro muy especial, que se sienta para enseñar, como aquellos grandes rabinos, porque este maestro no va a transmitir una ley de otro, como hizo Moisés: este nuevo Moisés va a transmitir su propia Ley. Él se refiere al Padre, pero puede dictar su Ley. Un nuevo Moisés que da una nueva Ley. Una nueva Ley que, además, dibuja la silueta del que la pronuncia; fácilmente podemos ver cómo Él la cumple y la encarna. Es por esto que esta alianza la sellará además -lo sabemos- con su propia sangre, no con la de animales.

En este contexto de renovación, de novedad, pero una novedad fundada en continuidad con el pueblo de Israel, Cristo va a ofrecer al nuevo Israel, la Iglesia, un mensaje fundante: el grupo de los que siguen al Señor es el grupo de los bienaventurados, de los felices. ¿Por qué? Porque, con humildad, han acogido la Palabra que, como germen, hace crecer un corazón nuevo y una vida nueva.

Ciertamente, no serán muchos los que acepten estas palabras difíciles, este mensaje paradójico que comienza con las bienaventuranzas, que serán objeto de desprecios, de burlas, e incluso que buscarán ser reinterpretadas para hacerlas más fáciles. Pero solamente tomadas tal cual se nos proclaman ofrecen la felicidad del Señor, de la vida del Reino de Dios.

Durante los próximos domingos iremos escuchando estos tres capítulos, sentados a los pies del Maestro para acoger su palabra. Es importante que vengamos con el corazón bien dispuesto o se nos hará imposible acoger esta nueva ley. Los pobres en el espíritu, nos advierte el salmo, heredarán lo que el Señor tiene preparado: el resto de Israel, que advertía ya la primera lectura. San Pablo profundiza también, en la segunda lectura, en esta idea: «lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar a lo fuerte». O venimos con la actitud de querer ser lo débil del mundo pero lo fuerte para Dios, o lo que vamos a escuchar no producirá efecto bueno en nosotros, al contrario, hará crecer el rencor o el rechazo.

El mensaje, propiamente, de hoy, es una presentación del Reino de los cielos: este Reino ha llegado con Cristo y es así. Este Reino ya ha comenzado, por eso la alegría plena que se manifestará cuando el Reino se implante plenamente, es una alegría que ya está presente en quien vive así: se puede experimentar en la pobreza, la persecución, incluso en el llanto. Cristo no ha vivido su misión tristemente. El Hijo de Dios no es un triste. Ha vivido y enseñado a acoger felizmente esta forma de vida, con algunas virtudes pasivas y otras activas, todas ellas aquí se viven sólo en germen, como un principio de lo que será en el cielo. Es por eso que es impensable afrontar o elegir unas y no otras: las virtudes no existen sin la persona que las encarna. Tenemos que desearlas todas. Caminemos, entonces, estos meses, con este deseo profundo de ser transformados por la Palabra y el ejemplo que Cristo, nuestro maestro, nos enseña.

Diego Figueroa

al ritmo de las celebraciones


De la oración litúrgica a la oración personal…
el prefacio de la Virgen María, modelo de esperanza sobrenatural

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación celebrarte con las más grandes alabanzas,
Señor, Padre santo, que generosamente entregaste a Jesucristo al mundo
como autor de la salvación,
y le diste también a María como modelo de sobrenatural esperanza.
Porque tu humilde esclava, confió en ti plenamente:
creyendo en tu palabra,
concibió y alimentó al Hijo del hombre, anunciado por los profetas;
y, entregada por entero a la obra de la salvación,
fue hecha madre de todos los hombres.
Pero a la vez ella, fruto excelso de la redención,
es también hermana de todos los hijos de Adán,
que, caminando hacia la liberación plena,
miran a María como señal de esperanza segura y de consuelo,
hasta que amanezca el día glorioso del Señor.
Por eso,
unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…

 


Para la Semana

Lunes 30:


Hebreos 11,32-40. Por medio de la fe subyugaron reinos. Dios tiene preparado algo mejor para nosotros.

Sal 30. Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.

Marcos 5,1-20. Espíritu inmundo, sal de este hombre.

Martes 31:
San Juan Bosco. Memoria.

Hebreos 12,1-4. Corramos la carrera que nos toca, sin retirarnos.

Sal 21. Te alabarán, Señor, los que te buscan.

Mateo 5,21-43. Contigo hablo, niña, levántate.
Miércoles 1:

Hb 12,4-7.11-15. Dios reprende a los que ama.

Sal 102. La misericordia del Señor dura siempre para los que cumplen sus mandatos.

Mc 6,1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra.
Jueves 2:
Presentación del Señor. Fiesta.

Mal 3,1-4. Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis.
o bien:

Heb 2,14-18. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.

Sal 23. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

Lc 2,22-40. Mis ojos han visto a tu Salvador.
Viernes 3:

Hebreos 13,1 –8. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y, siempre.

Sal 26. El Señor es mi luz y mi salvación

Marcos 6,14-29. Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.
Sábado 3:

Hebreos 13,15-17.20-21. Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran pastor, os ponga a punto en todo bien.

Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Marcos 6,30-34. Andaban como ovejas sin pastor.