Después del diluvio universal, la tierra está vacía. Por eso “Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles: «Creced, multiplicaos y llenad la tierra»”. ¡Llenad la tierra de vida, porque la vida es imagen de Dios! Pero de modo especial, esa imagen radica en el hombre.

El mandato de llenar la tierra hoy entra en conflicto con las discusiones sobre la sostenibilidad planetaria. Las corrientes más influyentes presionan para que se ejerza un estricto control de la natalidad, o bien se legisle favorablemente sobre la eutanasia. En primer plano se habla de si hay recursos suficientes en el planeta o del impacto negativo que tiene el hombre sobre la naturaleza. La bandera del ecologismo hoy día es intocable. Pero, como denuncia el Papa en “Laudato si”, el fondo del problema en la mayoría de planteamientos es el peligro del sistema del bienestar, que destapa un mundo de codicias e intereses creados. El problema no son los recursos, sino su recta administración y distribución. Aquí se muestra en primer plano hasta qué punto el egoísmo hace al hombre propietario y creador, y de este modo, ocupando un lugar que no le corresponde, se vuelve fratricida, insensible y ególatra. Se crea los dioses a su medida, y de este modo piensa en salvar su vida: el dinero, el placer, el bienestar, el consumismo…

Lo recuerda la Escritura casi en todas sus páginas: el hombre no es propietario ni creador, sólo administrador. Y sin duda, cuenta con los recursos y tecnología suficientes para que este precioso planeta siga girando —con nosotros dentro— durante muchísimos siglos.

Tenemos mucho que agradecer a los papas de la era moderna porque han puesto el dedo en la llaga respecto a los problemas sociales de la superpoblación. No se han callado cuando tenían que denunciar alguno de los perversos planteamientos de fondo. Han sido valientes, claros, concisos y al mismo tiempo, han señalado soluciones y se han mostrado conciliadores, punto de comunión para los hombres de buena voluntad.

Pasa lo mismo respecto a los peligros de ciertas concepciones acerca del ser humano, como por ejemplo la ideología de género. En el libro del Génesis aparece el arco iris como la señal del pacto que hace Dios con la criatura; en cambio, la criatura, ha elegido la bandera multicolor para “re-crear” un hombre que Dios no ha creado, y “re-diseñarlo” al arbitrio de sus pasiones. Es verdad que existe una diferencia entre el arco iris y la “bandera multicolor”: el primero tiene siete colores, y el segundo seis (falta el violeta o el morado).

Muchas de las ideas que encontramos en el ambiente social y cultural, vacías de Dios y llenas de egoísmo y autosuficiencia, requieren una respuesta contundente, como la del Señor en el evangelio de hoy: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”. Pero deberíamos siempre pronunciarla con el mismo tacto e intención con que las pronuncia Cristo: denunciando el pecado, salvando al pecador. Siempre hay diferencia entre el pecado y el pecador.