Isaías 58, 1-9a

Sal 50, 3-4. 5-6a. 18-19

san Mateo 9, 14-15

Recordamos la actitud de Jesús contra escribas y fariseos, llamándolos hipócritas. También podría dirigirse contra ti y contra mí, seguramente. Sí, sí, mucho hablar, pero todo es de boquilla. Hablo y no cumplo. Mis obras se quedan en la lengua.No soy misericordioso ni practico la justicia. Busco mi interés mientras hablo de ayunar y me comporto cual meticuloso cumplidor de las leyes; muevo la cabeza como si fueras un santo, para que se me vea, o para verme mi mismo en la emoción de lo que soy para mi… ¡qué más da! Y después chillaré escandalizado.

Vivimos en una sociedad que va derecha por esos caminos; caminos de desprecio y de muerte. Nos estamos dando leyes que van por ahí, que no respetan al otro, al enfermo que nada nos aporta si no son menoscabos. En cuanto te descuidas amas la guerra y la violencia, y en ellas piensas primero en tus intereses. ¿No será lo nuestro un quedar bien nosotros mismos y querer engañarnos respecto a lo que el Señor piensa de cada uno? Porque la sociedad somos tú y yo, y otros como tú y yo. No es una carcasa en la que estamos encerrados. Debemos luchar para impregnar nuestra sociedad de valores de vida, de compasión, de amor, de acogida de los que tienen poco o apenas son nada, de los que van a nacer, de los menesterosos a los que todo les falta. Son personas porque nosotros las cuidamos como tales. Con el enorme respeto y amor con que nosotros las tratamos, con la caricia con la que las obsequiamos, les damos eso que les falta: ternura y cariño… Entonces gritarás al Señor, y te responderá: «Aquí estoy».