Comenzamos otra semana de la Santa Cuaresma, y aunque en la parroquia estamos volcados en las Confirmaciones que habrá el sábado (tal vez no sea el mejor tiempo litúrgico para confirmarse, pero en mayo nos abducen las primeras Comuniones), y en el bautismo de un adulto y un adolescente. Toca ahora hablar uno con uno con los cuarenta y tantos confirmandos. A muchos les hago una “pregunta trampa,” les digo: “Tú, ¡para qué te confirmas?”. Y contestan: “Me voy a casar”, “Llevo tres años en el grupo,” “Me animó mi hermana”…, y todo tipo de contestaciones. A los mayores les digo: “Tú te imaginas que alguien te pregunta ¿Para qué te casas?” Te sentirías ofendido o pensarías que tu interlocutor no sabe lo que es el amor. Uno no se casa por un “para qué” sino con “quien”.

«Si no veáis signos y prodigios, no creéis». Seguimos en Cuaresma, decíamos al principio. Tal vez estemos intentando cuantificar qué hemos cambiado en esta cuaresma y qué tal estamos viviendo las prácticas cuaresmales. Y tal vez descubramos que no estamos siendo demasiado mortificados, la oración no ha aumentado e incluso, tal vez, hemos ganado algún kilo. Y pensemos que no estamos haciendo bien la cuaresma, y tal vez nos desanimemos un poco. Entonces hay que hacerse la “pregunta trampa”. ¿Estoy viviendo la Cuaresma con un qué o con un quién? Si uno vive la cuaresma para adquirir una serie de “habilidades espirituales” tal vez acabemos igual que al principio o un poquito peor. Si uno se sabe acompañado por Jesús, sabiendo que su cruz nos salvará y su resurrección triunfará, entonces leerá con gozo: Mirad: yo voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría,” y a su pueblo, “júbilo”.

Si hacemos cosas para llegar a Cristo no participaremos de su alegría, sólo del esfuerzo. Si hacemos las cosas de nuestra vida con Cristo que está a nuestro lado, entonces nos esforzaremos en vivir la alegría que Cristo nos trae.

Sigamos viviendo la Cuaresma. María vive junto a Cristo, vivamos la Cuaresma junto a ella y llegaremos a la alegría de la Pascua.