Hay días -gracias a Dios-, en que uno no tiene tiempo para sentarse frente al ordenador a escribir. El tiempo que tenías reservado para eso se ha llenado de confesiones, atender gente e incluso arreglar la puerta del garaje. Como ya te has leído las lecturas del día siguiente por la mañana, mientras haces todo eso vas pensando en qué escribir, pero luego no hay tiempo para hacerlo. Hoy es uno de esos días, escribo a las 7 de la mañana poco antes de comenzar la Misa y luego el caos.

En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro…

Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.

Mirando a Jesucristo vemos que su vida es hacer la voluntad de su Padre. Nosotros, que no somos más que Él ¿qué voluntad cumplimos? Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Entonces el aplauso del mundo, los golpecitos en la espalda, los premios y parabienes nos son indiferentes si no son para la gloria De Dios. Si un hijo de la Iglesia -¡cuánto más un eclesiástico!-, estuviese nervioso por el qué dirán o callase la verdad por miedo a ser juzgado por el mundo sin temer al juicio de Dios, estaría tirando su vida por la alcantarilla.

Y cuando actuamos como lo que somos, como hijos De Dios en Cristo, es normal que el diablo se enfade, que mande a sus huestes a acabar con nosotros y tengan muchos ganas de quitarnos de en medio. Habrá muchos lobbys de esos, presiones injustas e injustificadas, leyes inocuas, insultos en las redes sociales o por las calles e incluso persecución o violencia física… ¿qué más da? Sólo un juicio es eterno, el de Dios.

Hoy, por la fuerza del Espíritu Santo, muchos cristianos dan testimonio de su fe, perseguidos en sus países o despreciados por sus colegas. Mientras otros callan o pactan con el mundo buscando una «paz social» sin poner paz en los corazones. Prefiero unirme a los primeros que a los segundo.

Nuestra Madre del cielo sienta en su regazo a sus hijos fieles, junto a Jesús. No nos movamos de ahí, no pasemos miedo junto a ella… Me voy a celebrar la Santa Misa