Ya terminaron los bautismos y las confirmaciones con una celebración muy cuidada…, y larga. A pesar de las más de dos horas de celebración el Obispo nos hacía notar que el protagonista es el Espíritu Santo y se nota incluso en que el que podría creerse el protagonista es el que menos habla. Incluso en el bautismo y en la ordenación sacerdotal el bautizando y el ordenando ni tan siquiera dicen nada, y en la ordenación se guarda silencio. Y es que lo más importante es la acción de Dios, no nuestras palabras.

«Lázaro, sal afuera». Jesús no hace eternos rituales extraños, tan sólo se dirige a su Padre Dios y revivifica el cuerpo de Lázaro. La muerte, que parecía la victoriosa -ya huele mal-, ha sido vencida. Nuestras muertes, el pecado, ha sido vencido por Cristo en nuestro bautismo y en cada confesión.

Sin embargo Lázaro está atado, como acostumbraban a amortajar los judíos, y sólo puede salir a la puerta del sepulcro. Y Jesús dice: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos empezaron a creer. Ayer, con los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, esos niños y jóvenes de la parroquia han resucitado con Cristo y, con la ayuda de la Iglesia que les desata ya pueden comenzar a andar y muchos a creer por su testimonio.

Lo que no podemos hacer es quedarnos a las puertas del sepulcro, con la cara tapada y manos y pies atados. No podemos ser cristianos que escuchan la voz De Dios pero viven al margen de la Iglesia, inmóviles a lo que el Señor les pide: Id al mundo entero y anunciar el Evangelio.

Hoy es el aniversario de la muerte de Juan Pablo II. Totus Tuus, todo tuyo María, y de tu mano al mundo entero. Al Papa viajero nos encomendamos para no dejar en nada el don de Dios.