Nos impresiona la actitud de Jesús en el desenlace final de su vida, de su misión. Sus palabras son penetrantes, concisas,  no deja de insistir en su mensaje, de reafirmarse en su misión. No se deja llevar pasivamente por los acontecimientos. Sus silencios son tremendamente comunicativos y esclarecedores de la verdad de lo que esta pasando. La Pasión según San Juan es apasionante. La primera lectura de hoy, de Isaías, nos ayuda a comprender el valor redentor de la pasión y al acercamiento al misterio del plan salvífico de Dios.

Se necesita mucha confianza para dejarle actuar a Dios y ponerse en sus manos. Jesús muere fiel al proyecto del Padre, confirma lo que ha sido su vida entera: confianza total en Dios. En la cruz, Padre e Hijo, están unidos por un mismo Amor, no buscan violencia, ni sangre, ni muerte, sino mostrar el amor insondable por sus criaturas. En la carta a los Hebreos, San Pablo destaca que por medio de la pasión el Señor comprende nuestros padecimientos y se compadece de nuestras debilidades. Así, nos ha salvado, ya que esto nos ayuda a acercarnos a Él, a dejarle acercarse a nosotros y a no desconfiar de su gracia que tanto necesitamos. Es una tranquilidad saber que el Señor conoce nuestro corazón, esta al tanto de lo que nos pasa y siempre nos acoge con misericordia. No podemos desperdiciar esto que contemplamos hoy para convertirnos y crecer en el amor.

La dureza de los acontecimientos que celebramos no debe alejarnos o apartarnos de la contemplación de los mismos. No miremos a otro lado, aunque sea nuestra costumbre. Muchas personas en nuestra sociedad están recorriendo, como víctimas inocentes, un viacrucis de forzada explotación y marginación, que se asemeja de alguna forma, al que padeció Jesús. Reflexiona, decide y no dejes de dar fruto en tu vida con tu compromiso activo en obras personales.

El Árbol de la Cruz es fruto de salvación. EL ha hecho brillar su rostro sobre nosotros para que conozcamos como salvar nuestras vidas del egoísmo, de la desesperanza, del vacío de la nada, del abandono de los amigos, del desamor, de la soberbia de la autosuficiencia, del hedonismo de cánones sociales y modas llenas de apariencias. La Cruz nos hace fuertes y valientes de corazón, porque nos enseña a esperar en el Señor. Creo en el amor, fruto de la fe

Postrémonos ante la Cruz, adorémosla de corazón y con obras. Acojámosla sin dudar y con fe para llevarla como fuerza y escuela de vida. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.