Nos encontramos ante el único día en todo el año litúrgico en el que pedagógicamente la Iglesia experimente lo que significa la ausencia de Cristo en nuestra vida. Conmemoramos su estancia en el sepulcro antes de su resurrección, y lo hacemos con las iglesias cerradas y la total ausencia de sacramentos. La Iglesia permanecemos junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección. Es un día del silencio: callan las campanas y los instrumentos, se ensaya el aleluya, pero en voz baja, el altar está despojado, sin vestiduras, el sagrario, abierto y vacío. Es día para profundizar, para contemplar.

Hoy Sábado Santo, estamos en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte de ayer, Viernes Santo, y la resurrección de mañana, Domingo, nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Hoy podemos aprovechar para meditar estos misterios y profundizar en el estado de nuestra vida de fe. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero. Paz que hoy nosotros podemos experimentar si estamos siguiendo su camino. ¿Valoramos lo que tenemos?; ¿lo que se nos ha dado gratuitamente? ¿Estamos jugando con nuestra fe, con nuestra fidelidad a ella? ¿Estamos jugando con «fuego?

No podríamos vivir el día de hoy si no tuviéramos la esperanza que nos ha sido dada con el desenlace final de este Plan. Esta noche se celebra la más importante de todas las celebraciones cristianas, la que conmemora la resurrección de Jesucristo. La celebración de la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo es la celebración del cumplimiento de todas las profecías y la recuperación vital de la vida de Jesús para no morir jamás, de la cual nosotros participamos como discípulos, hijos e hijas de Dios en Cristo.

La Vigilia, que significa pasar “una noche en vela”, cobra un sentido especial en la víspera pascual porque recuerda el pasaje bíblico (Mc 16, 01) en el que un grupo de mujeres llegan al sepulcro para terminar de embalsamar a Jesús, pero no encuentran su cuerpo. Luego, un ángel se aparece y les dice: “¿Buscáis a Jesús el Nazareno? No está aquí. Ha resucitado. Decidles a sus discípulos que vayan a Galilea y allí lo veréis” (Mt 28, 6). Nuestra vida es un continuo viaje a «Galilea» para ver al Señor Vivo de nuestras vidas. ¿Todavía no lo has visto? ¿A que esperas? Déjate llevar por el Espíritu Santo, obedece lo que te indica su Palabra y acaba con su «ausencia» en tu vida, para vivir la vida nueva de los amigos del Resucitado.