Santos: Ángel, Hilario, Niceto, Eulogio, Teodoro, Geroncio, Sacerdote, Máximo, Britón, obispos; Eutimio, Crescenciana, Irene, Irenio, Joviniano, Peregrino, Gregorio, Arquelao, Felicísima, Silvano, mártires; Ida, santa; Nancto, Avertino, eremitas.

El siglo VII es, sin ninguna clase de duda, el siglo de oro, en la comunidad cristiana de Mérida. Consecuentemente, la vida monástica fue floreciente: cuna de futuros prelados y cantera de santos.

En tiempos del rey Leovigildo, vino de las regiones del África a la provincia de Lusitania un abad por nombre Nancto. Fray Justo Pérez de Urbel amplía noticias sobre este personaje y su monasterio.

Por el libro de «Las Vidas de los Santos Padres de Mérida» sabemos de su vida monástica que con toda conciencia quiso observar: por una parte, su aislamiento del mundo, en especial de las mujeres, como lo revela la dificultad que puso y mantuvo, a través del diácono Redempto, para permitir un encuentro totalmente ocasional, en la Basílica eulaliense, con la piadosa y noble viuda llamada Eusebia, tras mucho rogarle; y por otra, su retirada a un lugar desértico –de cuya ubicación solo existen conjeturas– con la compañía de unos pocos hermanos.

Empezó a brillar por su fama de santidad debido a sus muchas virtudes.

El calendario español de Sainz de Baranda lo incluye entre los santos.