La fiesta de hoy resulta para muchas personas e incluso para algunos cristianos algo complicado y abstracto. Recuerdo que en la catequesis de cuando era niña me decían que pocas cosas eran tan difíciles de explicar como el misterio de la santísima Trinidad.

A lo largo de la historia debido a la mezcla entre la iglesia y el poder del estado, se ha hecho más incapié en un Dios todopoderoso, autoritario, solitario y prácticamente impasible. Sin embargo las lecturas de hoy nos hablan de un Dios que tanto ama al mundo que entrega a su Hijo, para que el mundo se salve, de un Dios a quien Moisés tiene la desfachatez de ponerle como condición que le acompañe en el camino con ese pueblo tan difícil, de un Dios cuya presencia en medio de las primeras comunidades cristianas hace que entre ellos se enmienden, se animen, se den el beso de la paz, etc. ¿Tan difícil es acercarnos a este misterio?

Una de las mejores representaciones en la historia de la Trinidad es la del pintor ruso Andrei Rublev del año 1411, donde se transmite una imagen de la Trinidad como tres Personas sentadas en torno a una mesa con una copa en medio. Aunque el zar ruso de su tiempo le encargó pintar una imagen de la Trinidad que infundiera miedo y respeto, para así mejor controlar al pueblo, Rublev, después de mucho ayuno y oración, consciente de que se arriesgaba a no ser aceptado por el zar e incluso a precio de su vida, llegó a dibujar éste icono.

Aquello no transmite una jerarquía sino una comunión circular de tres personas que se miran con amor y comparten su vida. Un elemento que muestra la igualdad de las Tres Personas Divinas, es el hecho de –si unimos con líneas los dos extremos de la mesa, con la cabeza de la Persona del Hijo, que está en el centro- obtenemos un triángulo equilátero. Al mismo tiempo, contemplamos la comunión de las Personas, en el siguiente elemento: si quitamos los espacios que las separan, veremos que los perfiles de las Tres Personas quedan fusionados. Ninguno de ellos vive para sí, sino que cada uno mira a otro, está pendiente del otro.

Que en esta fiesta de la Trinidad aceptemos su invitación a compartir la vida con ellos, a sentarnos a su mesa y que el tipo de relación ente ellos se haga extensible a nuestras familias, trabajos y lugares donde vivimos.