En una ocasión, hablando con un joven que no veía futuro en su vida, le comenté que para nosotros hay muchas dificultades insalvables y empresas irrealizables, pero que para Dios no hay nada imposible. El me compartía que estaba a punto de tirar la toalla con su vida. Aunque se esforzaba y lo había intentado todo, siempre volvía a caer en los mismos errores que habían destrozado su vida y a las personas que quería. Estaba perdiendo la esperanza y, con lo joven que era, ya estaba cansado de todo.
Yo me pregunté en mi interior que le podía decir a este pobre muchacho, derrotado en aquel banco. Me di cuenta que había perdido la fe, no sólo en si mismo, sino en Dios ¿Hasta que punto nos damos cuenta de lo importante y vital que es para nosotros tener nuestra fe? Decidí volverme a encontrar con él y acompañarle en una búsqueda tranquila y sincera del Señor en su vida para recuperar la esperanza.
El leproso de Mateo no había perdido la esperanza porque encontró la fe. Tenía una fe en Cristo que fue por lo que el Señor obró el milagro y le curó. Dicen que la esperanza es lo último que se tiene que perder, pero creo que es la fe porque es la que sostiene nuestra esperanza. Nuestra fe es la que puede impulsar nuestra vida, la que puede transformarla y la que nos da fuerzas para superar todas las dificultades y adversidades. No hay que dejar de crecer en la fe y acercarnos al Señor con la humildad y la confianza del leproso de hoy, porque Él siempre quiere lo mejor para nosotros. Esta persona no sólo quedó limpia de la lepra, de una enfermedad física. Sino más, de una enfermedad espiritual que es más preocupante y determinante. El pecado daña nuestra persona y acaba con ella si no ponemos remedio.
Es de nuevo la salvación, el empeño de Dios y el sentido de su revelación. Salvarnos del mal para que domine en nosotros el bien. Salvarnos del pecado para que domine en nosotros la gracia. Toda una historia de salvación que se muestra hoy en dos momentos significativos: la fecundidad de Abraham, padre de los creyentes y la curación por Jesús de este leproso.
¿Acudes a Jesús con esta fe? ¿Te relacionas con Él con esta confianza?¿Te sientes parte de una historia de salvación?¿Como te ha salvado o te está salvando el Señor?
Siempre son de gran ayuda estos comentarios. Que Dios guarde a todos!!
Muchas gracias.
La sabiduría de los sencillos, se expresa con dichos llenos de verdad, que reflejan el estimable valor de los gestos nobles:
“DE AGRADECIDOS ES SER BIEN NACIDOS”.
En la actitud de reconocimiento y gratitud, nos damos cuenta de la importancia que pueden tener los demás en nuestra vida, la necesidad que tenemos unos de otros, y la humilde certeza de nuestra limitación y pecado.
Jesús realiza un gesto humano de Misericordia: la curación de un grupo de leprosos. El júbilo de los que han sido sanados de su dolencia, confirma su alegría y asombro, no así su gratitud y reconocimiento, excepto uno de ellos, que presuroso corre presto hasta Jesús, se arrodilla ante él, dándole gracias.
Cuando el acontecimiento nos sobrecoge y “el milagro” de la fe se hace patente en nuestra vida, toda nuestra persona siente, la imperiosa necesidad de volver el corazón a Dios, darle gracias por haber hecho posible, aquéllo que superaba nuestros límites.
Jesús mira compasivo el gesto de gratitud, reflejo de humildad de quien se sabe limitado en su condición humana.
Si, me siento amada por el Padre y percibo su «mano» sobre mi vida. ¿Cómo? Cada vez que un buen «samaritano-a» se acerca a mí, me mira con la mirada limpia de quien no se detieme en meras apariencias. Si, ahí Jesús sale a mi encuentro, me fundo con él en un abrazo de Misericordia, llena de gratitud.
Miren Josune