Hace unos días tuve que llevar el coche al taller para su revisión del año. Como es una herramienta para ayudarme en mi tarea, su uso frecuente le produce el desgaste consecuente. Cuando fui a pagar para recogerlo me sucedió algo imprevisto que nunca me había sucedido antes. Como la factura era de un importe considerable fui a pagar con la tarjeta como de costumbre y no pude, porque ,aunque tenía el dinero, por un error del banco la rechazaba al sobrepasar su límite de pagos. Me encontré sin palabras e imposibilitado para solucionarlo al ser ya muy tarde.

Los empleados del taller me ayudaron en todo momento con las gestiones del banco para poder subsanar el error. Al no poder arreglarlo, me dieron mi coche con la promesa de pagarles lo antes posible. Así pude volver a mi parroquia para celebrar la Eucaristía y continuar mi tarea pastoral. El acto de fe y confianza en mi persona de estas personas hizo que se solucionara una situación muy difícil y embarazosa. Por supuesto, cumplí mi promesa en cuanto pude.

La fe del centurión en Jesús curo a su criado, la fe de Abraham hizo que tuviera descendencia. La fe de Pedro hace que sus suegra se cure. La fe nos lleva a que el Señor actúe en nuestras vidas y que desaparezcan nuestros males y adversidades. La fe transforma nuestras vidas para bien, transformando el mundo para bien. El problema es que esto no sucede cuando nos falta fe y la desconfianza, los reproches y la desesperanza se adueña de nuestra vida. En el Evangelio de hoy de San Mateo, Jesús queda impresionado de la fe de este romano, un pagano que no es del pueblo elegido, de los hijos del reino. Dios quiere siempre actuar en nuestras vidas para curarnos, para ayudarnos para que el bien prevalezca sobre el mal, para acabar con el sufrimiento. Pero requiere que nosotros le dejemos actuar, confiemos en Él y no impidamos o fastidiemos su acción.

Doy gracias a Dios porque hay gente como estos empleados de un servicio oficial de mantenimiento de una conocida marca de coches que confían en los demás, en las personas, y sus actos de fe ayudan a otras personas en los problemas de sus vidas. No están lejos del Reino.