Éxodo 32, 15-24. 30-34
Sal 105, 19-20. 21-22. 23
San Mateo 13, 31-35
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.» Las cosas de Dios suelen empezar con cosas pequeñas, casi inapreciables, escondidas. Los niños nacen pequeñitos y cabezones, digo muchas veces. Cuando alguien me viene con el plan infalible para la evangelización, o para llenar la parroquia o para convertir a media humanidad y necesita muchísimos medios no me lo suelo creer y le dejo que haga el experimento en otra parte. Lo pequeño que hace esa viejecita con bastones, ese niño insoportable, ese marido entregado, esa esposa generosa, esa religiosa fiel, ese sacerdote humilde…, esas son las cosas que construyen y edifican la Iglesia sobre la roca firme que es Cristo… y las que perduran.
El silencio de la casa de la Virgen durante la anunciación es un canto a la humildad: “Hágase en mi según tu Palabra” … y la soberbia murió.
Enviadas por Jesús, en este día en que la Iglesia celebra la fiesta y memoria de San Ignacio de Loiola, cuyo lema de su misión fue: Ad Majorem Dei Gloriam «A LA MAYOR GLORIA DE DIOS».
Es la Gloria de quien sabe que no está solo, la Gloria de quien se siente habitado por la presencia luminosa de Jesús que camina a nuestro lado y nos impulsa a seguir sus huellas de Amor, las que hicieron Verdad en su Vida la voluntad de Dios.
Las normas que San Ignacio de Loiola estableció, indican las actitudes y obrar de quienes decidan dar Gloria a Dios:
«EN TODO AMAR Y SERVIR».
¿Cómo se puede crecer en esta habilidad de encontrar a Dios en todo? Dice así:
Ejercitarse en prestar atención a lo que realmente está allí. «Procurar que aquella persona, cada poema, injusticia social o experimento científico sea (para uno) lo más genuinamente y fiel posible.»
Luego asumir una actitud de reverencia a lo que se ve, oye y siente; hay que apreciarlo en lo que tiene de único. «Antes de que juzgues, evalúes o respondas, date tiempo para apreciar y aceptar lo que hay allí en el otro.»
Si se aprende a estar atento y reverente, «luego encontrarás devoción, a aquel afecto interior que nace del modo singular en que Dios obra en esa situación, revelando la bondad y fragilidad, la belleza y la verdad, el dolor y la aflicción, la sabiduría y la ingenuidad.»
Con otras palabras: adentrarse en el Santuario de cada hombre y mujer, con una mirada libre de juicios y condenas, para llegar al verdadero conocimiento y así poder hallar con discernimiento justo, todo el bien que nace de la compasión y amor hacia el otro.
El Padre Arrupe exhortó a seguir los consejos de San Ignacio con palabras elocuentes, que dejan claro el verdadero espíritu que se ha de vivir, por quienes decidan seguir a Jesús:
Hoy nuestro primer objetivo debe ser formar hombres y mujeres para los demás…
Personas que ni siquiera puedan concebir el Amor de Dios que no incluya amor por el más frágil y pequeño de sus prójimos; personas convencidas de que el Amor de Dios que no se expresa en justicia y compasión para otros seres humanos es una farsa…
A todos nos gustaría ser buenos para los demás, y la mayoría de nosotros seríamos relativamente buenos en un mundo bueno. Lo difícil es ser bueno en un mundo malo, donde el egoísmo de los demás y el egoísmo articulado dentro de las instituciones de la sociedad nos atacan…
El mal se vence sólo con el bien, el egoísmo con la generosidad. Así hemos de sembrar la justicia en nuestro mundo, sustituyendo el interés hacia uno mismo por el Amor vivido como fuerza motriz de la sociedad. AMGD.
No es difícil entender la llamada a la Santidad desde el Amor. Por este camino debemos ir tod@s, hacia la Comunión con Jesús.
Que tengáis tod@s un merecido descanso y, ahora si, hasta el próximo curso. Gracias a tod@s.
Dios bendiga a los sacerdotes de este espacio de la Palabra.
Miren Josune