Éxodo 32, 15-24. 30-34

Sal 105, 19-20. 21-22. 23

San Mateo 13, 31-35

«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.» Las cosas de Dios suelen empezar con cosas pequeñas, casi inapreciables, escondidas. Los niños nacen pequeñitos y cabezones, digo muchas veces. Cuando alguien me viene con el plan infalible para la evangelización, o para llenar la parroquia o para convertir a media humanidad y necesita muchísimos medios no me lo suelo creer y le dejo que haga el experimento en otra parte. Lo pequeño que hace esa viejecita con bastones, ese niño insoportable, ese marido entregado, esa esposa generosa, esa religiosa fiel, ese sacerdote humilde…, esas son las cosas que construyen y edifican la Iglesia sobre la roca firme que es Cristo… y las que perduran.

El silencio de la casa de la Virgen durante la anunciación es un canto a la humildad: “Hágase en mi según tu Palabra” … y la soberbia murió.