Si de algo se ataca a la Iglesia católica es de estar obsesionada con el sexto mandamiento. Si de algo se escuchan pocas homilías es sobre el sexto mandamiento. Parece que la castidad, pureza, virginidad…, como cada uno quiera llamarle es un tema tabú en el ambón, no así en la calle, en Internet, en los periódicos, en la televisión, en las películas y series…, allí hay manga ancha, en la Iglesia está prohibido. Si se habla del sexo se ha dado la imagen de que es el cura depravado que habla de sus depravaciones y que es el tema estrella para difamar a los sacerdotes.

Será cierto que hace años, ¡ya años eh!, el tema de la sexualidad era visto como prohibido y se podía decir la frase: “Todo lo que me gusta  es pecado o engorda.” No era época de muchas explicaciones, simplemente no se podía y ya estaba. Seguimos en época de pocas explicaciones, ahora se puede y vale, sin más preocupación moral.

Demos alguna explicación: ¿Por qué San Pablo puede decir: “Esto es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza, que cada uno de vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios.

Y que en este asunto nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos: Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino santa. Por tanto, quien esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.”

La Iglesia y el sexo. ¿Es el sexo una guarrería a evitar? ¿Sirve sólo para procrear? ¿Es malo el placer? En el libro de C.S. Lewis “Cartas del diablo a su sobrino” el tío diablo le dice a su sobrino diablo que tentar con el placer es un tema muy resbaladizo, pues en los talleres infernales llevan siglos tratando de crear un solo placer y son incapaces, es un invento del enemigo (como habla un diablo el enemigo es Dios), ellos sólo pueden retorcerlos y desfigurarlos. Si buscas conversos que se hayan acercado a Dios por la belleza, la alegría y descubrir el verdadero placer encontrarás unos cuantos.

La carne tampoco es mala, cada domingo recitamos en el credo: “Creo en la resurrección de la carne.” Y Dios no va a resucitar lo pecaminoso, sino lo que sirva para su gloria.

El problema es la banalización de lo más hermoso, el desfigurar la belleza. La sexualidad, como expresión de la entrega del hombre y la mujer en Dios, siendo los dos una sola carne, entregándose los dos en cuerpo y alma y sin cerrar las puertas al don de Dios, es un acto plenamente santo agradable a Dios y querido por Él. El sexo por el sexo, sin más vinculación ni compromiso y lleno de miedos no es querido por Dios. El sacerdote, el religioso o la religiosa no renuncia a nada, sino que entrega lo más hermoso por amor a Dios y a los hombres por Dios. Igual que nos llenaría de coraje ver a alguien en medio de un poblado chabolista, con familias pasando hambre, encenderse un puro quemando un billete de 500 euros, nos llena de coraje el ver a personas que desprecian su cuerpo y la capacidad de amar. He conocido a chavales de 20 años que creen que ya no serán capaces de querer a nadie, pues se han hartado de practicar el sexo desde los 13, y ya están de vuelta de todo. Es una verdadera pena.

La Iglesia ofrece lo más hermoso y, como en las tiendas de artículos de lujo, se cuida hasta el más mínimo detalle en su presentación, no se pone en la papelera.

Y el sexto mandamiento es el sexto, hay cinco primeros más importantes. Pero es verdad que quien desprecia su sexualidad, su corporalidad, entregándola a cualquiera, entonces es como la virgen necia, que se queda sin aceite para esperar a su Señor apenas venga y llame. Se pierde la sensibilidad del corazón y se hace mucho más difícil descubrir a Dios.

No da tiempo para mucho más, pidámosle a la Virgen, Madre del Amor Hermoso, que nos ayude a vivir la castidad, cada cual en su estado, no como una negación sino como una entrega gozosa y alegre al Señor, para poder abrazar la alegría.