Llama la atención el contraste de actitudes que suceden entre las personas que buscan sinceramente el bien de los demás y su felicidad de las que solo buscan su bien propio y su felicidad egoísta. En estas últimas se sufre sus actitudes tóxicas que perjudican a todo el que se cruza en su camino. Aunque aparentemente, a veces nos creemos que están personas son las más listas y que se salen con la suyo, eso no es así; no alcanzarán la felicidad.

Hoy Jesús, de nuevo, sufre los prejuicios y las malas actitudes de los fariseos y los escribas, personas ciegas y obsesionadas con buscar la manera de quitarle de en medio. Su egoísmo y soberbia les lleva a esta situación. No les importa el sufrimiento de la discapacidad de este hombre que acude al Señor, su problemática de vida o su necesidad. Solo quieren encontrar más argumentos para acabar con Jesús.

Pablo aprende del Señor y se alegra de sus padecimientos por ser apóstol de Cristo, porque su vida y sacrificio están ayudando a muchos hermanos en la fe y es testimonio para la salvación de los demás. Ser ayuda para que otros alcancen la sabiduría en Cristo que les lleve a la felicidad al acercarse al misterio de Dios. De Dios viene mi salvación y mi gloria no de no se que técnicas de relajación o filosofías o «gurus» o «falsos maestros» de pseudoespiritualidades con las que se montan negocios lucrativos; parecido a lo que vendían estos fariseos a la gente sencilla para aprovecharse de ellos.

Es una pena el caos y la desorientación que muchas personas sufren hoy por no escuchar la enseñanza de Jesús, por no confiar en Él y hacerlo en toda la amalgama de ofertas consumistas de espiritualidad que el relativismo actual propicia, gracias a estas personas con actitudes tóxicas. Quizás, nosotros tengamos algo de culpa por participar un poco de esas actitudes y no preocuparnos por darles un auténtico testimonio sin complejos. De Dios viene mi salvación. Lee una y otra vez, e interioriza este salmo 61, y propónselo a aquellos que buscan en su vida.