La primera lectura de hoy, la del Libro de Isaías, contiene una de las frases más consoladoras de la Escritura. Aunque nos hemos encargado de malinterpretarla como lectores cerriles, contiene todo el alimento que necesitamos para vivir. El Señor dice “mis caminos no son vuestros caminos”. Arrojada así la frase, parece que Él va por un lado y nosotros por el nuestro. O lo que es peor, que si se nos ocurre ir por los caminos de Dios, nada tendrán que ver con los que a mí me apetecen, es decir, Dios es contrario al hombre y obedecerle es traicionar nuestra humanidad.

Pero la frase no termina ahí, Dios añade “mis caminos son más altos que los vuestros”. Para un lector judío de la época del profeta Isaías, quedaba conformada la condición de Altísimo del Dios de los padres. Pero cuando Dios se hace hombre en Cristo, los “caminos altísimos del Dios Altísimo” se hacen nuestros. Atención. Nuestros caminos se pueden hacer divinos, encumbrados, profundos. Con Cristo se inaugura santidad en el camino ordinario.

En traducción al formato del Nuevo Testamento, el Señor dice: “mira, tus caminos llevan a un callejón sin salida, a la repetición de todo, al precipicio de la muerte. Es verdad, piénsalo, no puedes dar vida a tu padre fallecido, no puedes evitar la rotura de cadera que te ocurrió ayer, no puedes quitarte el complejo de ser el tipo más bajito del trabajo. Si te tomas en serio tu camino, tendrás momentos fugaces de alegría pero, como eres hijo del tiempo, te acabarás desinflando hasta que la tierra te engulla. Propongo que tu camino sea más alto. En vez de volver a tener sed, te propongo un surtidor de agua dentro de ti que salte hasta la vida eterna. No está mal. Te propongo eterna proximidad en tu enfermedad, para que sientas que esa mano que te cuelga de la cama cuando sientes que a nadie alcanzas, termine en mí. ¿Y la muerte?, te propongo una intensidad de vida que no se agote y no canse”.

Esos son los caminos de Dios, a mí me parece que por inteligencia emocional deberíamos cotejar los nuestros y los suyos, y sacar conclusiones. Conozco a gente que ha optado en su vida por “caminar más alto” y es cierto, parece que marchan con alas. Una carmelita moribunda me dijo ayer con un rictus de seguridad en la comisura de los labios, “estoy preparada para el encuentro”. Esta mujer va por el camino ligera.