san Pablo a los Romanos 1, 16-25

Sal 18, 2-3. 4-5 

san Lucas 11, 37-41

Lo que tenemos dentro es lo que damos. «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.» ¡Cómo tenemos que cuidar nuestro interior! No podemos ser esos sepulcros blanqueados que, en cuanto nos tocan, sacamos huesos, sapos y culebras. Es verdad que muchas veces nos acusan a los católicos de cosas falsas y de tópicos típicos, pero en otras ocasiones los que nos critican tienen razón. Y no me refiero a eso que la gente llama “la Iglesia Institución”, sino a ti y a mi. Dar limosna de lo de dentro significa darnos, y no damos porquería, damos lo que Dios va haciendo en nosotros. Si frecuentemente recibimos el Cuerpo de Cristo si nos hicieran una autopsia tendrían que descubrir a Cristo, y no nuestras entrañas llenas de orgullo o vanidad. “Yo no me avergüenzo del Evangelio; es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree, primero para el judío, pero también para el griego. Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por su fe.»” No podemos avergonzarnos del Evangelio, y una forma de vergüenza sería mostrar en nuestra vida una caricatura del Evangelio. La fe tiene que mostrarse en la vida y así nuestra vida será de fe. Que nuestra Madre la Virgen nos ayude a dar lo mejor de nosotros mismos, es decir, lo que de Dios hemos recibido.