Hoy celebramos a dos apóstoles. San Simón y san Judas Tadeo. Sabemos pocas cosas de ellos pero, en el evangelio, cuando se menciona a los apóstoles siempre aparecen juntos. A Simón se le conoce como el “Zelote” y también el “Cananeo”. Los zelotes era un movimienyo nacionalista, que se caracterizaba por su amor ardiente a las tradiciones judías. No se sabe si Simón pertenecía a ellos, pero el calificativo puede significar también que tenía un corazón ardiente y que deseaba servir sinceramente a Dios.

Judas, autor de una de las cartas del Nuevo Testamento, recibe el apodo de “Tadeo”, que algunos interpretan como magnánimo. En otros momentos se dice que es “Judas de Santiago”. Este apóstol es el que le preguntó a Jesús, en la Última Cena por qué se había manifestado a ellos (los apóstoles) y no a todo el mundo.

Esa pregunta de Judas es importante para nosotros. Porque nos indica el amor misterioso por el que Dios elige. Pero, al mismo tiempo, contemplando lo que significa ser apóstol, vemos que el Señor los eligió para que después predicaran el evangelio en todo el mundo. De hecho nosotros celebramos las fiestas de los apóstoles porque son las columnas de la Iglesia; porque con ellos Jesús comenzó a edificar esa realidad de la que nosotros, ahora, formamos parte.

Jesús le respondió a Judas aquella noche: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él«. Y la misión de los apóstoles entonces, como después de la Iglesia, era preparar esos corazones para que viniera al Señor. Jesús le respondió mostrándole que el amor que él percibía en ese momento al conocer a Cristo, debía transmitirlo, porque el Señor quiere llegar al corazón de todos los hombres.

Es la idea que nos transmite san Pablo en la primera lectura cuando habla de la construcción de la Iglesia, que tiene a Cristo como piedra angular. Por ello hemos de sentirnos llamados a edificar la Iglesia. Cuando nos sabemos en continuidad con todos los que han conocido a Cristo y le han seguido, sentimos también la llamada a proclamar su reino, a comunicar la buena noticia y a dar testimonio del amor que hemos recibido.

La celebración de los apóstoles nos muestra también que todos ellos eran muy diferentes. Señaló Benedcito XVI: “Y es hermoso que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de ser diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades:  de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Esto constituye claramente una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a poner de relieve las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que en Jesucristo se nos da la fuerza para superar nuestros conflictos.”

Pidamos a al Virgen María, Reina de los Apóstoles, que nos ayude a perseverar en la fe que hemos recibido en la Iglesia. Y también a dar gracias por formar parte de este pueblo. Que nuestra vida pueda contribuir a que Jesús sea más conocido y amado en todo el mundo.