Un saludo a todos los que leéis estos comentarios y permitidme esta calurosa felicitación. Felicidades a todos por nuestro santo, y huelga decir, felicidades por nuestros santos, campeones de la fe. Así es. Hoy es la gran fiesta del Cielo y como miembros del Cuerpo Místico nos unimos a ellos. Tres son las provincias del Reino de Dios: la Iglesia militante o peregrina en la tierra, la Iglesia del purgatorio y la Iglesia celeste o de los santos. Pues hoy, las tres comarcas están de celebración y las gracias se difunden a todos. ¡Hoy la Iglesia del Cielo intercede por nuestros difuntos, mañana lo haremos nosotros!

Hoy es el día en que se conmemora la esperanza de la victoria final. El libro del Apocalipsis como profecía de la nueva historia nos lo anticipa. La esperanza se proclama en forma numérica: 144.000 son los elegidos, marcados con el sello del Espíritu, realmente es una inmensa muchedumbre. Así lo expresa la cultura oriental en la multiplicación de 12 por 12 por 1000. La primera docena simboliza al pueblo de Israel, la segunda docena a los descendientes de los apóstoles, mil una cantidad inmensa. Por tanto, gracias a Dios, son un número incontable los salvados: “de toda nación, razas, pueblos y lenguas delante del trono y del Cordero”. Sus vestidos son blancos porque su vida está restaurada, transfigurada, sin limitaciones espacio-temporales. Y llevan palmas en sus manos por su inmensa alegría, imagen oriental de los festejos que se realizaban cuando el emperador llegaba victorioso de la batalla. Se vive en adoración, en continua bendición, inteligencia y sabiduría, con un inmenso sentimiento de agradecimiento, llenos de fuerza y honor, esto es, sin la vergüenza de pecar. Todo más allá de la distancia de los siglos, sin la corrupción del tiempo: “por los siglos de los siglos”.

¿Y qué pasará con nuestro cuerpo? Dice san Pablo que, al final de los tiempos, nuestra alma purificada se unirá de nuevo a nuestro cuerpo transformado: “seremos semejantes a Dios porque le veremos tal cual es”. Si Dios es puro Espíritu, pura energía, Luz verdadera, nosotros seremos llenos de Espíritu, de esa Energía que será “todo para todos”. Hijos de la luz unidos a la Luz del universo.

Todos los que estáis leyendo estas líneas debemos unirnos en un mismo anhelo: llegar a esta Bienaventuranza. ¡Qué grandioso es pensar que juntos podemos llegar a la meta! Todos juntos. Ayudándonos unos a otros, animándonos unos a otros, amándonos unos a otros. Santos sí, pero santos juntos. Renovemos, por tanto, nuestra elección por las bienaventuranzas: desapegar el espíritu, consolar a los que lloran, alimentar a los hambrientos, saciar a los sedientos, tener misericordia con los pecadores, limpiar el corazón, trabajar por la paz… «Amén”.