Queridos hermanos y hermanas que nos seguís en estos comentarios, daros las gracias por vuestra oración constante por nosotros, los sacerdotes, lo necesitamos.

La Palabra de Dios de este domingo está dedicada especialmente a todos los pastores. Es un verdadero examen de conciencia, un impulso para superar la mediocridad, y el ánimo para salir de nuestros egoísmos.

A veces nos sentimos muy juzgados por los fieles cristianos y muy exigidos por nuestros superiores u obispos. El desaliento es una tentación ante la sensación de no dar fruto o hacer mal nuestro oficio sagrado; y la desidia, el buscarse a uno mismo en el ocio, la manera de escapar de la presión. Muchos son los espejismos del sacerdote, tentadoras soluciones en el ministerio que muchas veces se realiza en el desierto.

Como dice el profeta Malaquías hemos sido ELEGIDOS para dar gloria al nombre de Dios. En Israel los sacerdotes eran los descendientes de Aarón en la tribu de Leví. Los hijos elegidos de esta tribu para llevar la dirección espiritual de sus hermanos. En la nueva Alianza de Cristo,  los sacerdotes son también elegidos entre el pueblo de Dios para perpetuar el sumo-sacerdocio de Cristo y con la entrega generosa de la propia vida, dar gloria a Dios en todo. Siendo ejemplo de la caridad y la misericordia de Jesús. Siendo los primeros en vivir su Palabra (siguiendo la Ley, como decía el profeta) y no haciendo acepción de personas.

Como dice san Pablo, los que tienen el ministerio apostólico, son llamados a ser hombres ENTREGADOS Y SERVIDORES, por amor. Al servicio de la humanidad entera, con el carisma de las madres que cuidan de sus hijos, donadores del Evangelio de Dios, dándolo no sólo con las enseñanzas sino con la propia vida. Porque como decía nuestro Obispo D. Carlos, “un sacerdote sabe que su vida no le pertenece. Tiene la vida expropiada para el bien de todos”. Sabemos que la Palabra que anunciamos no es nuestra, es la Voz de Dios que habla a sus hijos en todo el mundo. Somos en muchos casos sus traductores y sus transmisores, y perdón cuando las interferencias de nuestros pecados, oscurecen la claridad de su Luz.

Y Jesús hoy nos quiere de nuevo IMITADORES DE SU CORAZÓN. Lo vuelve a decir de un modo severo en el Evangelio pero lo ha repetido de un modo dulce en su enseñanza: “Venid a mí… y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. El sacerdocio no es cuestión de poder o privilegios, es cuestión de servicio y autoridad en el amor. Dispuestos a cargar con el peso de los dolores de todos, como Jesús en la cruz. El sacerdocio es acompañar a Jesus en el camino del desapego y la humildad, para guiar a la grey de Cristo. Morir a uno mismo para dar vida a cada uno. Entregarse con el corazón de Jesús en la Eucaristía. Llevando la vida a la Misa y convirtiendo la Misa en vida. ¡Tarea imposible si no es por la Gracia!

Por favor, por favor, por favor,… rezad por los sacerdotes, cada día, en cada oración, lo necesitamos. Así lo pide continuamente el Papa Francisco, que lo entiende a la perfección: “recen por mí, yo rezo por ustedes”. Así sea.