PRIMERA LECTURA
Escuchad, reyes, para que aprendáis sabiduría
Lectura del libro de la Sabiduría 6, 1-11

Escuchad, reyes, y entended; aprended, gobernantes de los confines de la tierra.

Prestad atención, los que domináis multitudes y os sentís orgullosos de tener muchos súbditos: el poder os viene del Señor, y la soberanía del Altísimo.

Él indagará vuestras acciones y sondeará vuestras intenciones.

Porque, siendo ministros de su reino, no gobernasteis rectamente, ni guardasteis la ley, ni actuasteis según la voluntad de Dios.

Terrible y repentino caerá sobre vosotros, porque un juicio implacable espera a los grandes.

Al más pequeño se le perdona por piedad, pero los poderosos serán examinados con rigor.

El Dios de todo no teme a nadie, ni lo intimida la grandeza, pues él hizo al pequeño y al grande y de todos cuida por igual, pero a los poderosos les espera un control riguroso.

A vosotros, soberanos, dirijo mis palabras, para que aprendéis sabiduría y no pequéis.

Los que cumplan santamente las leyes divinas serán santificados; los que se se instruyen en ellas encontrarán en ellas su defensa.

Así, pues, desead mis palabras; anheladlas, y recibiréis instrucción.

Palabra de Dios.

Sal 81, 3-4. 6-7
R. Levántate, oh Dios, y juzga la tierra.

Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al necesitado,
defended al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable R.

Yo declaro: «Aunque seáis dioses,
e hijos del Altísimo todos,
moriréis como cualquier hombre,
caeréis, príncipes, como uno de tantos». R.

Aleluya 1 Tes 5, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Dad gracias en toda ocasión:
esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. R

EVANGELIO
¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».

Al verlos, les dijo:

«Id a presentaros a los sacerdotes».

Y, sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.

Este era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? ».

Y le dijo:

«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor.