Los ocho días previos a la Navidad (del 17 al 24 de diciembre por la mañana) son la única serie de días —que no son solemnidades ni fiestas— que, en el Misal Romano, siempre coinciden con un día concreto de nuestro calendario. La Iglesia se dispone a la llegada inminente del Mesías con un redoble de tambores, señalados por varios textos litúrgicos:

1)    Las oraciones (oración colecta, sobre las ofrendas y de postcomunión).

2)    Las lecturas.

3)    Dos prefacios propios de estos días, el II y el IV de adviento.

4)    Por último, la tradición ha compuesto unas antífonas preciosas que se usan en las antífonas del Magníficat, en las vísperas del oficio divino. Comienzan siempre con la intejección “Oh” (Oh, Rey; Oh, Sabiduría…). Son las antífonas mayores o antífonas “de la O”. De aquí se toma el nombre y el título de la Bienaventurada Virgen de la O, que también es la Virgen de la Esperanza, por el inminente nacimiento de su hijo. El Vaticano II las incluyó en el versículo del Aleluya de la Misa, aunque con ligeros cambios. Tienen un contenido precioso, pues recogen los títulos del Mesías (Rey, Pastor…), y aluden al cumplimiento de las profecías de Isaías que acontecen en Jesús.

El guión habitual de esta sección es el comentario de las lecturas. Os propongo hacer algo innovador y original: vamos a comentar las antífonas de la O. Me parece que nos puede ayudar a profundizar en la grandeza de nuestro Señor. Es como una respuesta a la pregunta “¿quién es Jesús realmente?” Cada título del Mesías podemos utilizarla estos días a modo de jaculatoria, de la que pueden brotar la alabanza y acción de gracias. Así, nos uniremos mejor a María, José, los Reyes Magos y los pastores adorando a nuestro Mesías cuando lo encontremos en el pesebre. ¡Qué pequeño, pero qué grande!

 Pondremos las antífonas completas todos los días al final del comentario para que podamos seguir bien el hilo. Comencemos hoy con el comentario de las dos primeras (17 y 18 de diciembre).

 

Primera antífona (17 de diciembre): OH, SABIDURÍA DEL ALTÍSIMO, QUE LO DISPONES TODO CON FIRMEZA Y SUAVIDAD, VEN PARA MOSTRARNOS EL CAMINO DE LA PRUDENCIA.

Jesús no es presentado sólo como un sabio, pues cabría compararlo a otros muchos sabios y doctrinas de la época antigua. No es un sabio: es la misma Sabiduría del Altísimo. La antífona que hay en las vísperas especifica más: “Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo”. Jesús es la Palabra que sale, pronunciada, por los labios de Dios Padre. Sale de Dios, y es enviada por Dios a este mundo por obra del Espíritu Santo: “el Verbo de Dios se hizo carne”, como recordamos en el Ángelus. Con este título se alude a la naturaleza divina del Mesías: la Sabiduría es una Persona Divina, el Mesías encarnado, Jesucristo.

Es propio de la autoridad legislar justamente para guiar con justicia a su pueblo e iluminar qué debe hacer cada uno para ser buen ciudadano. En el Reino de Dios el legislador es Cristo, Rey del universo, cuyas disposiciones guardan dos características que cita la antífona, y difíciles de equilibrar en la vida humana: la firmeza y la suavidad. Ambas se acuñan en el dicho “puño de hierro, guante de seda”. El buen gobernante maneja las dos al mismo tiempo.

Termina la antífona aludiendo a una petición que se hace al Mesías: “Ven para mostrarnos el camino de la prudencia”. Ésta es la virtud humana más importante, fundamentada en el conocimiento de la vedad, eje vertebrador de la vida humana. Hoy que tanto se vive de opiniones, de razonamientos líquidos que se amoldan a lo que haga falta, de una idolatrada libertad que es libertinaje, del romanticismo que tiene por ley hacer lo que salga del corazón, del sentimentalismo como máxima ley moral, con todos estos adulcorados horizontes en la existencia de las personas, nos hace falta que brille la verdad. Existe. Es Él. Es Jesús de Nazaret.

Señor, tú que conoces lo íntimo de Dios porque vienes de Dios, eres la Sabiduría del Altísimo, ayúdanos a conocerte y escuchar tu palabra. Que sea el sólido fundamento de nuestra vida, y encontremos en ella la ley de nuestra existencia, guiada y gobernada amorosamente por ti con firmeza y suavidad. Que construyamos una vida auténtica sobre la verdad de nuestra existencia, guiados por la gran virtud de la prudencia.

 

Segunda Antífona (18 de diciembre): OH, PASTOR DE LA CASA DE ISRAEL, QUE EN EL SINAÍ DISTE A MOISÉS TU LEY, VEN A RESCATARNOS CON EL PODER DE TU BRAZO.

Seguro que nos sabemos de memoria el Salmo 22: “el Señor es mi pastor”. Cuando lo meditamos, se llena de esperanza y consuelo nuestro corazón. En el Evangelio, Jesús se presenta a sí mismo como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, que somos cada uno de nosotros. Esto nos hace especiales: somos importantes para Dios, pues Él nos presta toda su atención. Conoce a cada una de las ovejas y las llama por su nombre. No somos números, sino personas amadas.

Esta atención predilecta del Pastor se interpretó en Israel como exclusiva para el pueblo de la Alianza, sellada con la Ley de Moisés. Dicha ley, o para ser más precisos, su acogida y cumplimiento por parte de los israelitas fieles, son la respuesta agradecida a los cuidados divinos. La amistad con Dios está sujeta al cumplimiento de su voluntad, expresada en leyes morales, que guían las acciones e iluminan el bien y el mal. Pero no se obedecen leyes, sino se obedece el amor de Dios que se manifiesta en ellas. Quien vive de la fe no obedece leyes: obedece al Legislador, que es Amor.

No obstante, nuestra propia debilidad nos hace sucumbir y experimentamos la desobediencia como un pecado no contra una ley, sino contra un amor de quien desea para nosotros el sumo bien. La historia de la humanidad conoce la enemistad con Dios. Cada uno de nosotros tiene que gestionar cada día la presencia del pecado en la propia existencia. Y por eso, la súplica con que termina la antífona nos habla de un “rescate”. El concepto se usa en casos de necesidad extrema, cuando alguien o algo no puede salir por sí mismo de una situación determinada: un secuestro, una caída en la montaña, un banco quebrado, un país en bancarrota… El rescate exige un pago “en especie” (en bienes materiales habitualmente).

El rescate que realiza el Mesías se refiere al peor de los males que hay en este mundo: el pecado. Afecta a todos los hombres, y tratándose del Mesías prometido, el rescate no puede ser pasajero o perentorio, sino definitivo y universal. De ahí que se aluda al poder de Dios: “el poder de tu brazo”. Sólo una fuerza mayor que el pecado es capaz de vencer el pecado y pagar el precio del rescate. Jesús es el definitivo Rescatador, que viene a salvarnos. Él paga en especie: se ofrece a sí mismo en la Cruz. El brazo poderoso de Dios es un brazo atravesado por los clavos de la pasión. Pero no se ha roto, sino que hace realidad el poder más grande: el perdón de los pecados.

Señor, haznos experimentar el cálido afecto de tus cuidados de Buen Pastor para que no permitamos que el pecado nos aleje más de ti. Si te ofendemos, que acudamos humildemente al abrazo de la confesión, donde tú sigues pagando nuestro rescate del pecado con tus brazos crucificados. Así, experimentando tus cuidados de Buen Pastor y tu poder redentor y misericordioso, lucharemos cada día por unirnos más a ti.

 

 

Versículos del Aleluya (Leccionario).

(dom) 17 de dic.: Oh, Sabiduría del Altísimo, que lo dispones todo con firmeza y suavidad, ven para mostrarnos el camino de la prudencia.

(lun) 18 de dic.: Oh, Pastor de la casa de Israel, que en el Sinaí diste a Moisés tu ley, ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.

(mar) 19 de dic.: Oh, Raíz de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ven a librarnos, no tardes más.

(mié) 20 de dic.: Oh, Llave de David, que abres las puertas del Reino eterno, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas.

(jue) 21 de dic.: Oh, Enmanuel, rey y legislador nuestro, ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro.

(vie) 22 de dic.: Oh, Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.

(sab) 23 de dic.: Oh, Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia , esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.

 

(dom) 24 de dic.: Oh, Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.