OH, REY DE LAS NACIONES Y PIEDRA ANGULAR DE LA IGLESIA, ESPERANZA DE LAS NACIONES Y SALVADOR DE LOS PUEBLOS, VEN A SALVARNOS, SEÑOR DIOS NUESTRO.

A los dos títulos que vimos ayer y que de nuevo aparecen hoy —Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia— se añaden otros dos: “Esperanza de las naciones y Salvador de los pueblos”.

Con el ataque de la flota japonesa a Pearl Harbor, apareció ante el mundo la esperanza de la victoria, representada por Estados Unidos. Sin su intervención en el conflicto bélico, la historia habría sido bien distinta. La Guerra se ganó, pero la aparición de intereses políticos y económicos —siempre presentes en las guerras— manifestó que no era oro todo lo que relucía. Este ejemplo tan internacional nos permite contemplar que la paz entre las naciones nunca llega a ser plena ni definitiva. Siempre hay letra pequeña en que se establecen influencias, acuerdos, beneficios… Y al final siempre hay perjudicados en esos acuerdos.

Ojalá que la letra pequeña fuera siempre grande, y que los acuerdos ocultos se hicieran con luz y taquígrafos; ojalá hubiera un reparto equitativo de las riquezas, con los justos beneficios por la explotación de los recursos naturales en cada país; ojalá se respetara de verdad el medio ambiente; ojalá se legislara siempre a favor de las personas, con especial protección para las más desprotegidas y desfavorecidas.

Todo esto son esperanzas que muchos tienen, y animan a miles de corazones a luchar por ello a través de plataformas, ONGs, movimientos sociales… Pero el enemigo al final no resulta ser un país determinado, o un grupo de poder, o una ideología, o unos intereses comerciales. Todo esto son los síntomas, pero no la causa. Mientras no se redima la causa, los síntomas seguirán apareciendo, aunque vayan cambiando de forma a lo largo de los siglos.

El problema es que sanar la causa queda fuera del alcance de los hombres porque es más oscura y tenebrosa de lo que se piensa: es el pecado. Por esta razón, sólo Cristo, el Mesías prometido, puede tener el título de “Esperanza de las naciones” y “Salvador de los pueblos”.

 

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Versículos del Aleluya (Leccionario).

(dom) 17 de dic.: Oh, Sabiduría del Altísimo, que lo dispones todo con firmeza y suavidad, ven para mostrarnos el camino de la prudencia.

(lun) 18 de dic.: Oh, Pastor de la casa de Israel, que en el Sinaí diste a Moisés tu ley, ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.

(mar) 19 de dic.: Oh, Raíz de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ven a librarnos, no tardes más.

(mié) 20 de dic.: Oh, Llave de David, que abres las puertas del Reino eterno, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas.

(jue) 21 de dic.: Oh, Enmanuel, rey y legislador nuestro, ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro.

(vie) 22 de dic.: Oh, Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.

(sab) 23 de dic.: Oh, Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia , esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.

(dom) 24 de dic.: Oh, Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.