El de Marcos es el más breve de los cuatro evangelios. Vamos a leer estos días una sucesión de hechos de Jesús. Todo sucede muy rápidamente. Vemos a Jesús aquí y allí, predicando, sanando, llamado a los primeros discípulos… La forma de narrar de Marcos nos hace darnos cuenta de que Jesús no para. Sus acciones muestran el amor de un corazón. El Señor inicia su vida pública, cuando Juan acaba de ser apresado, justo después de su bautismo y de los cuarenta días en el desierto. Ante el mundo Jesús inicia su ministerio: “se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”.

La vida de Jesús es la misma expresión de su mensaje. No se puede separar lo uno de lo otro. No hay fisuras. Donde él aparece se manifiesta la gracia; se obra la maravilla. El reino de Dios está cerca porque Jesús está presente. Él trae el reino de Dios.

Lo primero que suscita el fragmento que hoy leemos es la urgencia. “Se ha cumplido el tiempo”. Pero Jesús no pronuncia esas palabras como un vocero sino que se pone todo él en juego. El que estaba “oculto” en Nazaret junto a la Virgen y san José, en sus quehaceres de carpintero y en el misterio del Padre, ahora sale a plena luz. Pero también nos pide que nosotros demos un paso y salgamos de la oscuridad para encontrarnos con la luz: “Convertíos y creed”.

Es urgente convertirse. No se puede dejar para mañana porque el tiempo se ha cumplido. A continuación se nos da un ejemplo. Jesús pasó junto al lago y llamó a Simón y Andrés; a Santiago y Juan. ¿Qué hicieron? Lo siguieron de inmediato. También a nosotros Jesús nos llama. A buen seguro sabemos más sobre Jesús que los primeros apóstoles por entonces. Sin embargo nos cuesta ese “inmediatamente”, que tiene un contenido muy concreto: ir “en pos de él”. De eso se trata de seguir a Jesús.

Y quizás preguntemos: ¿cuándo se ha acercado a mí Jesús y me ha llamado? En cualquier momento y quizás nos ha pasado desapercibido porque estábamos con la atención totalmente puesta en nuestras redes o en nuestro mundo. Como los primeros apóstoles hemos de descubrir el horizonte infinito que se abre cuando Jesús aparece en nuestras vidas y como todo debe ordenarse de una nueva manera. Siempre detrás de Jesús. Nosotros, es decir, todo lo nuestro, ponerlo en pos de Jesús.

Lo que en los apóstoles tuvo un carácter radical y concreto (verdaderamente dejaron sus redes y sus negocios), en nosotros tiene una lectura que, en cualquier caso, significa no anteponer nada a Jesús y hacerlo todo de manera que vaya en pos de Jesús: que se ordene al reino que él nos trae.

El inicio de año nos mueve a renovar ese deseo de ser para Cristo. Si lo tenemos a él que más podemos querer.

Que la Virgen María nos ayude en esa conversión tan necesaria. Descubrir a Cristo que pasa; aceptar el reino que nos trae; escuchar su llamada y seguirle.