Antes que cualquier milagro, Jesús sale al encuentro con los hombres. Así lo relata el evangelio de Juan. No es extraño que los primeros discípulos del Señor pertenecieran al círculo del Bautista. Él se había dedicado a preparar “un pueblo bien dispuesto” para recibir al Mesías. Antes que por sus gestos los primeros discípulos son atraídos por la persona misma de Cristo. No hace mucho una joven, con graves dificultades morales y que renegaba de la Iglesia porque pensaba que esta quería destruirla, encontró la fe a través de unos amigos. Entonces dijo: “hasta ahora todos los problemas de mi vida me parecían insoportables, ahora comparado con Jesucristo, al que he conocido, todo me parece pequeño”.

También los primeros discípulos encontraron a Jesús a través del testimonio de otro. ¿Qué ha hecho Juan el Bautista? Además de sus predicaciones anteriores, ahora cuando pasa Jesús se fija en él. Después habla de lo que está mirando y lo define como “Cordero de Dios”. Esa frase aludía al sacrificio, que más o menos a esa hora, se celebraba cada día en el templo. El caso es que mirando al que, a nuestros ojos parece un simple hombre, lo define señalando el misterio de su divinidad. Por la atención de Juan los dos discípulos se acercan a Cristo.

Entonces es Jesús quien les pregunta: “¿Qué buscáis?” Porque el encuentro con el Señor no es un divertimento de la vida, sino que él viene para responder a nuestras necesidades más profundas; nos trae la salvación.

Aun antes de saber cómo responder a esa pregunta los discípulos desean estar con él y escucharle. Lo llaman Rabí, con lo que de antemano le reconocen la autoridad para formarles. Y la invitación de Cristo es a que vayan con él y vean. Años más tarde el evangelista Juan, que muchos consideran que fue el compañero de Andrés en esta escena, iniciará su primera carta hablando “de lo que hemos visto y oído, lo que han tocado nuestras manos”. La invitación de Cristo a permanecer con él indica la novedad de la vida cristiana, que ya desde entonces consistirá en permanecer con el Señor. Por eso, en el bautismo, lo primero que sucede es que Dios viene a nosotros para estar junto a nosotros.

Carlos de Foucauld, comentaba este texto: “tu primera palabra a los discípulos es ‘Venid y veréis’, esto es ‘seguid y mirad’, o sea ‘imitad y contemplad’… La última es ‘sígueme’ (Jn 21, 22)… ¡Qué tierna, dulce, saludable y amorosa es esta palabra: ‘sígueme’, esto es, ‘imítame’!»

Tras pocas horas de estar con el Maestro los discípulos ya tienen una certeza: es el Mesías. Por eso Andrés corre a decírselo a su hermano Pedro. Les ha sucedido algo impresionante: se han encontrado con Cristo. Y en esto consiste, nos recordaba Benedicto XVI, el cristianismo: en el encuentro con una persona que cambia radicalmente la orientación de nuestra vida. A ello se refiere el apóstol en la segunda lectura al indicarnos cómo hemos de vivir ya que, unidos a Cristo, no sólo hemos sido salvados por su muerte sino que también estamos llamados a resucitar. De ahí que toda nuestra vida (nuestro cuerpo) ha de glorificar a Dios.