Las lecturas que la liturgia nos propone para este día tienen entre sí un hilo conductor común que nos permite no sólo entenderlas sino llevarlas a la propia realidad, a la propia historia. Ese hilo conductor es que Dios se hace historia con nosotros, o se hace presencia en nuestra vida.

En primer lugar nos encontramos con el Rey David, protagonista indiscutible de las lecturas de estos días, que después de haber llevado el Arca a Jerusalén, decide construir un Templo al Señor para guardar allí el Arca. En principio no habría nada que reprochar a David, incluso su intención es piadosa, buena, recta… sin embargo a David le ha pasado, lo que tantas veces nos ocurre a los cristianos, ha decidido sobre Dios sin contar con él. David se ha hecho su propio composición de lugar y ha decidido que construye el templo pero sin preguntarse ni por un segundo qué es lo que Dios quiere, cuál es su voluntad. Ante esta falta de tacto de David Dios responde de una forma muy peculiar como es contarle su historia, Dios le va recordando a David como su mano poderosa le ha protegido y guiado a lo largo de su vida.

El evangelio de este día nos presenta la parábola del sembrador, que refleja igualmente como la acción providente de Dios, el anuncio de su amor desmedido, la buena noticia de nuestra salvación quiere «hacer morada en nosotros», quiere hacerse parte de nuestra historia. Las lecturas de este día son una invitación que repasemos nuestra pequeña historia de Fe, para que a la luz de la historia de David podamos reconocer la mano providente de Dios Padre, para que podamos reconocernos como «tierra buena» o nos pongamos en camino para serlo, para que nos preguntemos como hacía San Ignacio de Loyola, ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?.

Sólo al responder con sinceridad a estas preguntas, al reconocer su presencia en nuestra vida podremos proclamar con alegría el mensaje de salvación que es el Evangelio como lo hizo San Francisco de Sales cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, y que se caracterizó por utilizar todos los medios técnicos a su disposición para predicar el evangelio, y también por hacerlo de forma alegre y desenfadada haciendo patente la bondad de Dios y su amor infinito por el hombre.

Para finalizar no podemos olvidar en este día a los periodistas, cuyo patrón es San Francisco de Sales, y pedirle al Señor que ellos también sean capaces de comunicar con veracidad las historias de Dios con los hombres. Y seguimos orando por la unidad de los cristianos apunto ya de finalizar esta Semana de Oración por la unidad.