El título de este comentario ya puede crear controversia. Habrá quien se pregunte: ¿No se le supone valor a la mujer? ¿Es el valor una actitud eminentemente masculina? No me voy a meter en esos saraos, es el consejo que le da David a su hijo Salomón antes de morir y punto, si hablase a su hija le diría “Ten valor y sé mujer,” que mujeres las hay valientes y muchas. Así que cuando en este comentario hable de ser hombre, me refiero también a ser mujer en el caso femenino y quien no sepa lo que es, que se aclare.

“Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto” La primera misión apostólica. Hasta ahora se habían escudado detrás de Jesús, ahora van de dos en dos sin Jesús físicamente con ellos. Y el Señor les manda austeramente, con pocas cosas. Su éxito no estará en los medios con los que cuentan, sin en su confianza en hacer lo que Jesús les dice. Para eso sí que hace falta tener valor. Creo que los comerciales llaman a eso ir a “puerta fría”, es decir, ir a vender algo sin que te hayan llamado o lo hayan solicitado, sino tocar el timbre y, si te abren y están dispuestos a escucharte, ofrecer el producto. Es de los trabajos más fatigosos física y mentalmente, hay muchos fracasos para un solo éxito. Pues los apóstoles van a “puerta fría” sólo con la asistencia del Espíritu Santo…, y encima ellos ni lo sabían. Hay que ser valiente para pasar de ser un pescador o un publicano para pasar por los pueblos a predicar la conversión. Hay que echarle valor, ser hombre (o mujer), para no desanimarse con las burlas, desprecios, desplantes e incomprensión a la que se verían sometidos…, pero vuelven gozosos por lo que consiguieron. Para cumplir la voluntad de Dios hay que tener mucho valor, no caben los cobardes, pusilánimes, comodones o asustadizos. Y todo por pura confianza en Dios.

No sé por qué (¡je!), me estoy acordando mucho estos días de la Iglesia en China y en otros lugares donde es perseguida. En esos lugares no se juegan una burla, una mala contestación o un portazo. En esos lugares se juegan la vida por vivir su fe y por anunciar a Jesucristo en fidelidad a la Iglesia. Tal vez no sean muchos, pero sin duda son valiosos. Nos llenamos la boca de querer una “iglesia de testigos” y los estamos viendo día tras día. Tendríamos que cuidarlos y mimarlos como las llagas abiertas de Cristo. Su valentía, su arrojo, su fidelidad, su entrega y su fe son la que nos despierta a esta nuestra iglesia “occidental” a veces tan aburguesada, dormida, asustadiza, débil, incoherente, acomodada y conformista. Por eso también los grandes santos de occidente han sido muy grandes, iban en contra de todo el ambiente social, no se acomodaban al entorno. También hoy hay que tener valor para ser santo, ser muy hombre…, o muy mujer.

Seguramente vayamos sin nada por el mundo, e incluso cuando uno empieza a anunciar el Evangelio le van sobrando cosas, pero no esperemos ganar el aplauso del mundo, tan solo la sonrisa de Cristo y, en ocasiones, el honor de acompañarle a la cruz.

Que nuestra Madre la Virgen nos ayude a todos y cada uno a ser valientes, a ser verdaderos apóstoles, a cumplir el mandato de Jesucristo.